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Cómo convivir con los tics

Cómo convivir con los tics

La frecuencia de los tics aumenta en situaciones de ansiedad, estrés y fatiga, mientras que disminuye con actividades distractoras o que requieran mayor concentración como, por ejemplo, la lectura o tocar un instrumento musical. La época más habitual de aparición o agravamiento de los tics en los niños es la del inicio del curso escolar.

El 75% de los tics entre los 4 y 10 años

El 75% de los tics en niños se inician entre los 4 y 10 años; el más frecuente es el de parpadeo. La edad media de aparición es a los 7 años, mientras que es raro antes de los 2 años o después de los 18. Si comienzan después de los 21 años, puede indicar la presencia de una etiología secundaria o que se trate de otro tipo de movimientos anormales. Es importante recalcar que no se disponen de medios que permitan predecir, la evolución hacia la cronicidad así como la gravedad en cada caso.

tics

No siempre duran de por vida: uno de cada tres pacientes llega a una remisión completa antes de los 20 años, un tercio experimenta una mejora clara, mientras que el tercio restante no cambia o incluso empeora. Destacar en cualquier caso que muchas personas conviven con este trastorno sin especiales dificultades.

¿Qué tipos de tics existen?

En cuanto a su clasificación, se distinguen tics motores y fónicos, y estos pueden dividirse a su vez en simples y complejos.

Los tics motores simples se producen en segmentos aislados del cuerpo (parpadeo, encogerse de hombros, girar la cabeza, elevar las cejas…). Los tics motores complejos son movimientos coordinados, que afectan a distintos músculos, como tocar, saltar, golpear… Estos últimos, se pueden asociar con otros trastornos motores como la copropraxia (gestos obscenos), ecopraxia (imitar actos realizados por otras personas), comportamiento obsesivo-compulsivo… Predominan en la cabeza, cuello y hombros, pero pueden afectar a cualquier parte del cuerpo.

Los fónicos simples, engloban una gran variedad de sonidos y ruidos, como gruñir, soplar, y tararear. También los hay complejos, que incluyen vocalizaciones ya sean palabras completas o incompletas. Aquí se incluyen por ejemplo, la ecolalia (repetición de las palabras de otros), palilalia (repetición de la misma palabra o frase) y la coprolalia (uso de palabras obscenas). Con frecuencia son ininteligibles o acortados y pueden introducirse en los pensamientos y no llegar a verbalizarse (coprolalia mental). Algunos de estos tics, como el carraspeo han dado lugar a la valoración por otros muchos especialistas, con diagnósticos alternativos y el consiguiente tratamiento, sin mejoría alguna.

En cuanto a la etiología, se clasifican en primarios (que su vez pueden ser esporádicos o hereditarios) y secundarios (un signo más de otras enfermedades neurológicas ya sean trastornos del desarrollo como el autismo o secundarias a procesos infecciosos o tóxicos como la cocaína, anfetaminas u otros fármacos). Dentro de los primarios, se diferencian los transitorios de la infancia (menos de un año de evolución), los crónicos (más de un año) y el paradigma de la enfermedad por tics, el síndrome de Tourette, caracterizado por tics crónicos en el que se dan, no necesariamente coincidentes, tics motores y, al menos, un tic fónico.

¿Cómo controlar los tics?

Los tics en niños suelen ser más frecuentes en casa, a la vuelta de la escuela. Varían en frecuencia e intensidad por temporadas de 3 a 4 meses de duración. En el niño «van y vienen», cambian de expresión y localización sin razón aparente. Los especialistas destacan que pueden ser controlados parcialmente, lo que representa un esfuerzo para el paciente, y muchas veces se agravan tras la supresión voluntaria.

Las personas con tics complejos desarrollan una rara habilidad para camuflar el movimiento anormal, dándole una aparente finalidad. El brazo que se dispara a la nuca, finalmente lo utiliza para rascarse, aunque no tenga picor real, por ejemplo.

Ana Lorenzo, neuróloga IMQDra. Ana María Lorenzo García
Especialista en Neurología de centro médico IMQ Amárica

Los tics son movimientos (tics motores) o sonidos (tics fónicos) bruscos, breves y transitorios, a menudo repetitivos. Son los movimientos involuntarios más frecuentes en los niños. De hecho, entre el 4 y el 23% de los niños van a sufrirlos en un momento u otro antes de la pubertad. Se producen de forma involuntaria, aunque pueden llegar a suprimirse de manera voluntaria durante algunos periodos y carecen de un fin concreto. A menudo resultan fáciles de reconocer pero difíciles de describir por su variedad. Los pacientes suelen experimentar un impulso interior de hacer el movimiento, que se alivia temporalmente al realizarlo.

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