La alergia a los ácaros es la mayor causa de consulta por enfermedades alérgicas respiratorias en Euskadi y afecta hasta al 80% de las personas con asma en ciertos climas. Los ácaros se encuentran sobre todo en el interior de nuestras viviendas donde encuentran su fuente de alimentación principal: escamas dérmicas humanas o de animales y unas condiciones de temperatura (entre 20 y 30º C) óptimas para su desarrollo. Además, en nuestro entorno se da un factor clave para su desarrollo: una elevada humedad ambiente, que es vital para los ácaros y que les permite obtener el agua para su supervivencia.
Tener alergia a los ácaros del polvo implica el contacto diario con los mismos y, con ello, sus síntomas son constantes durante todo el año, a diferencia de otras alergias frecuentes como las del polen de gramíneas cuyos síntomas se presentan solo durante la primavera.
Las personas con alergia a los ácaros pueden presentar tanto síntomas respiratorios (nasales y/o bronquiales) como cutáneos (dermatitis atópica), que en ocasiones pueden ser graves, como en aquellas con asma bronquial severo. En todos los casos, los síntomas son molestos y con un importante deterioro de la calidad de vida por el hecho de ser constantes y mantenidos a lo largo de todo el año.
El lugar de la casa donde hay mayor número de ácaros son los colchones, mantas, almohadas y similares, donde se dan las mejores condiciones de humedad y alimento para su crecimiento. En un colchón de nuestro entorno puede haber de 10.000 a un millón de ácaros.
Existen ciertas situaciones que empeoran habitualmente los síntomas nasales y bronquiales de la alergia a los ácaros: la manipulación de ropa almacenada (cambios de ropa de temporada) o de polvo doméstico y típicamente el aumento de síntomas cuando se entra en domicilios habitualmente cerrados o de costa, debido a la mayor humedad, son datos muy característicos de esta alergia.
El debut de la alergia a los ácaros se puede producir a cualquier edad, pero en la mayoría de los casos se produce en la infancia (4-6 años) por el hecho de que la exposición es continua, a diferencia de la alergia al polen que suele debutar en la adolescencia o juventud porque su exposición es intermitente y corta en el tiempo.
Si logramos disminuir la exposición a los ácaros, la mejoría de los síntomas suele ser clara. Esto se observa en la gran mejoría de los síntomas de las personas que, por motivos vacacionales, de trabajo o estudio, se trasladan a climas secos (interior de la península, Europa Central), donde a menudo se encuentran libres de síntomas. Sin embargo, reducir el número de ácaros en nuestros domicilios no suele ser una tarea sencilla.
Todas las medidas tienen una utilidad limitada, por lo que suele ser necesario combinar varias de ellas para conseguir un mínimo alivio sintomático:
En la mayoría de los casos, los síntomas mejorarán, pero muy raramente desaparecerán, porque estas medidas pueden disminuir el número total, pero nunca hacen desparecer totalmente a los ácaros. Por ello, los alérgicos deberán iniciar tratamientos sintomáticos o bien tratamientos con vacunas sublinguales o subcutáneas. Con estas últimas intentamos disminuir o hacer desparecer la alergia a los ácaros.
De hecho, la alergia a los ácaros no suele curarse espontáneamente. El único tratamiento que pretende revertir esta alergia es la inmunoterapia, que trata de que el paciente vuelva a tolerar la exposición a los ácaros sin desarrollar síntomas por revertir dicha alergia.
Especialista en Alergología de IMQ