El labio hendido es una malformación congénita por una falta de fusión en la línea media de las estructuras que forman el rostro durante el desarrollo embrionario. Dichas estructuras dan lugar a la formación del labio, el alvéolo –que es la porción de hueso maxilar en la que están los dientes– y el paladar duro. El tratamiento del labio hendido mediante cirugía se realiza generalmente en los primeros meses de vida.
Durante mucho tiempo se ha conocido como labio leporino, aunque hoy en día el término correcto es el de labio hendido o fisura labial, incluida dentro de un cuadro patológico denominado fisura labio-alvéolo-palatina (Flap). El labio leporino representa aproximadamente un 15% del total de malformaciones congénitas.
Entre las causas del labio hendido figuran a la cabeza los factores genéticos, sin que se evidencie una herencia familiar. Pero la aparición de la fisura guarda también una estrecha vinculación con causas ambientales (en buena medida aún desconocidos) y con el consumo materno, durante el embarazo, de alcohol o ciertos fármacos.
El diagnóstico es posible durante la gestación mediante ecografía entre las semanas 5 a 12, que es el periodo del desarrollo embrionario en el que se forman las estructuras faciales. La confirmación se realiza en el nacimiento mediante una exploración de la zona.
El tratamiento del labio hendido mediante cirugía y la edad en la que se lleve a cabo dependen de diferentes factores, como la malformación en sí, la tolerancia del niño a ciertos medicamentos o terapias, la afectación de otras estructuras corporales, así como la opinión o preferencia de los padres. En general, la operación reparadora del labio hendido puede realizarse en los primeros meses de vida.
Si el paladar también está afectado, la intervención tendrá lugar entre los 9 y los 18 meses, ya que es más complicada y es preciso que el niño haya crecido más para tolerar mejor la cirugía. En este caso, hay que valorar que tanto la alimentación como el habla puedan desarrollarse sin problemas.
En este tipo de operaciones se efectúa la movilización de las estructuras afectadas para llevarlas a su posición normal. El postoperatorio es bien tolerado, aunque el niño puede presentar dolor y molestias al comer, así como cierta irritabilidad, que requerirán la colaboración del pediatra. Todo ello no impide la posibilidad de lactancia materna o con biberón.
Por último, la cirugía alvéolo-palatina es más compleja, ya que además de reposicionar las estructuras afectadas puede ser necesario un injerto óseo si hay un defecto de hueso significativo. El postoperatorio suele ser más doloroso y genera más inflamación, con congestión nasal y disminución del apetito. No obstante, todos estos síntomas remiten en unos pocos días.
Con el fin de prevenir la aparición de esta malformación es recomendable:
Dr. Jaime Caramés
Especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora de IMQ