Entre los efectos negativos que producen el ciberbullying, el ciberacoso y el grooming se encuentran el estrés, la ansiedad y la angustia y la depresión.
El extendido uso de los medios digitales y, sobre todo, el anonimato e impunidad que éstos procuran se sitúan en la base de un fenómeno que está incrementándose de forma preocupante en nuestra sociedad afectando de manera especial a muchos jóvenes que son víctimas de una situación generadora de gran sufrimiento y desgaste emocional. Nos referimos al ciberbullying y ciberacoso.
Ambos términos aluden a la utilización de medios tecnológicos para el envío repetido y sistemático de mensajes amenazantes o intimidatorios en los que se divulga información confidencial, denigratoria o falsa y cuya finalidad es humillar, minar la autoestima, la reputación o la imagen de una persona o grupo de personas.
Aunque se suele hablar de ciberbullying y ciberacoso como términos intercambiables lo cierto es que en función de quienes sean sus protagonistas existe una clasificación específica:
Antes de la existencia de internet, de los chats, la mensajería electrónica o las redes sociales el acoso se producía prácticamente en exclusiva de forma presencial o telefónica siendo más fácil que se conociera la identidad de quien acosaba y se le pusiera freno. El acoso electrónico resulta, sin embargo, mucho más peligroso pues no solo es más difícil esa identificación, sino que la amenaza suele prolongarse durante más tiempo antes de que la víctima tome la decisión de pedir ayuda y no excluye tampoco la utilización contra ésta de la violencia física como complemento y refuerzo.
Su alcance es también mucho mayor por el número de personas que pueden visualizarla en el medio online y la sensación de fuerte humillación que puede experimentar la persona que lo sufre.
Puede darse, por otro lado, en todos los ámbitos de la vida, desde el educativo al laboral, desde el social al de las relaciones amorosas o incluso afectar a la libertad sexual. La víctima puede no verse a resguardo en ningún momento ni en ningún lugar, ni siquiera en su propio hogar, generándose una situación muchas veces insoportable que conduzca, como desgraciadamente en algún caso ha sucedido, al extremo del suicidio.
Entre los efectos negativos que producen el ciberbullying, el ciberacoso y el grooming se encuentran el estrés, la ansiedad y la angustia, la depresión, un sentimiento de miedo insuperable, y muy a menudo el aislamiento o un cambio visible de conducta, pudiendo somatizarse estas sensaciones en forma de diversos trastornos y enfermedades.
La víctima se siente indefensa e impotente para superar por sí misma lo que le afecta, ve socavado su derecho a la intimidad y agravados sus problemas por la rapidez con que la información se divulga y la sobrexposición pública que se genera, algo que influye directamente en su salud.
Niños y adolescentes son a menudo las víctimas más comunes y vulnerables de este hostigamiento, calculándose que en España lo han sufrido en alguna ocasión un porcentaje muy significativo de personas menores de 17 años.
Muchas de las acciones calificadas como ciberbullyng, ciberacoso o grooming son constitutivas de delito (delitos contra la intimidad, chantajes y amenazas, injurias y calumnias, sabotaje, alteración o destrucción de datos, abusos de menores…) por lo que deben ser inmediatamente denunciadas e investigadas, pese a que en ocasiones la denuncia, pueda encontrar algunas dificultades al no estar claro el destinatario, faltar pruebas o testigos que permitan judicializarlo.
La denuncia puede presentarse ante la Policía, la Fiscalía de Menores o el Juzgado de Guardia y es importante contar con el máximo de evidencias posibles en línea con lo que propugna la Asociación Española de Evidencias Electrónicas en su Guía Ciudadanos y Pruebas digitales.
El que se trate de delitos o faltas dependerá de la gravedad del hecho, no existiendo reglas fijas y dependiendo del caso concreto y de la valoración que de él hagan los tribunales.
Una síntesis muy completa de las manifestaciones más habituales del ciberbullying podemos encontrarla en la Guía de actuación contra el ciberacoso. Padres y profesores (INTECO, 2013):
Intuir que alguien de nuestro entorno puede está sufriendo una situación de este tipo implica estar atentos a algunas de las manifestaciones que suelen ser habituales en estos casos como, por ejemplo:
Entre los consejos que suelen ofrecerse para incrementar la protección frente al ciberbullying y el ciberacoso figuran:
Por lo que se refiere al ciberacosador suele responder al perfil el de una persona fría, con escasa empatía y respeto hacia los demás, incluso acomplejada y con rasgos de personalidad patológicos que disfruta con la sensación de poder que les produce la persecución a sus víctimas o que son incapaces de asimilar el rechazo o la indiferencia previa de éstas. Personas que generalmente necesitan también ayuda especializada para reconducir una conducta que tarde o temprano les pasará factura.