Según datos de la OMS, los trastornos psicológicos afectan a 1 de cada 4 personas, siendo las enfermedades más recurrentes la depresión y los trastornos de ansiedad; seguidas de toxicomanías, psicosis, trastornos de la personalidad., etc. En concreto, uno de cada 10 vascos sufrirá depresión a lo largo de su vida, siendo la gran enfermedad mental de nuestro tiempo en las civilizaciones occidentales, muy vinculada al estrés, según se expone en la última encuesta de Salud realizada en 2013 en Euskadi.
La familia constituye uno de los elementos de soporte y protección más importantes del individuo. Es la primera institución con la que entra en contacto todo ser humano y su apoyo, importante en todo momento, se revela aún más crucial si surgen las dificultades. Cuando esas dificultades vienen derivadas de trastornos psicológicos en algún miembro de la familia esa red se convierte en imprescindible.
Sin embargo, el papel de la familia en el tratamiento psicológico es un tema controvertido ya que cada caso es distinto y no siempre resulta fácil identificar qué actuación es la más recomendable. A la hora de saber cómo afrontarlo algunos consejos serían:
Lo primero a tener en cuenta, es que si el paciente es adulto está en su derecho de no contar nada de lo que le pasa y el terapeuta obligado a respetar esa confidencialidad, por lo que no podrá informar a la familia a no ser que éste preste su consentimiento. Esto puede generar tensión e incomprensión en el familiar que está angustiado y quiere ayudar, pero es la única manera de que la persona confíe en el terapeuta y vea la terapia como un espacio de intimidad, respeto y neutralidad, señala. Solo cuando el caso es grave (psicosis, adicciones, anorexia, autolesiones-suicidio...) se vuelve indispensable el papel de la familia en el tratamiento y hay que trabajar con ella junto con el paciente. Caso aparte es el de los menores, que requieren un seguimiento constante a la familia.
Es habitual culpar a otros (trabajo, escuela, amistades, sociedad...) antes que a nosotros mismos, y muchas veces también tenemos que pensar en qué tenemos que cambiar nosotros para que nuestro familiar esté mejor (por ejemplo si somos padres excesivamente exigentes o parejas controladoras o hijos egoístas...) Es posible que mejorando nosotros ayudemos a mejorar al familiar que está mal.
En IMQ-AMSA contamos con un grupo de terapia de apoyo multifamiliar en el que todas las familias de los pacientes están invitadas a participar para compartir y aprender a sobrellevar el problema. Además, en las Unidades de Día se hacen entrevistas familiares en las que tratar de entender y gestionar mejor los problemas. Por suerte, la sociedad es cada vez más consciente del beneficio de la ayuda psicoterapéutica y generalmente los familiares son los primeros que animan al paciente a dar el paso y pedir ayuda.
Psicoterapeuta
IMQ Amsa