Durante el embarazo el cuerpo de la mujer gestante sufre un gran número de cambios evidentes. Otros, sin embargo, no lo son tanto. Los desarreglos hormonales son capaces de afectar donde menos se espera, como por ejemplo en el sentido del olfato. Antiguamente, la mayor sensibilidad hacia los olores de las embarazadas se hacía pasar por una especie de capricho o manía. Hoy en día este fenómeno –si se puede definir así- está tipificado: se llama hiperosmia, y es perfectamente normal.
Está claro que no todas las mujeres padecen los mismos síntomas, cada cuerpo es un mundo, pero no está de más saber que muchas embarazadas son propensas a sufrir una alteración del olfato del mismo modo en que otras, por ejemplo, tendrán una mayor predisposición a la gingivitis.
La palabra hiperosmia proviene del griego y está formada por el prefijo “hiper” (por encima de) y la palabra “osme” (olor). La propia etimología nos desvela su significado: tener una mayor sensibilidad a los olores que la media.
Lo contrario de la hiperosmia, que sería tener un bajo sentido del olfato, se denomina hiposmia. La ausencia total de olfato se llama anosmia.
Las personas con hiperosmia tienen el umbral olfatorio más bajo que los demás, lo que quiere decir que detectan olores que los demás no perciben, pero también significa que los sienten con mayor intensidad.
La hiperosmia, menos común que la hiposmia y la anosmia, puede ser una cualidad que se posea, lo cual será muy útil si uno es perfumista o sumiller, pero también puede tratarse de un trastorno transitorio.
Dependiendo del grado en que se sufra esta alteración olfativa, se considerará como una especie de don o supondrá una molestia importante que llegue incluso a aislar a la persona para evitar los lugares con olores muy intensos.
Que no cunda el pánico. El aumento de la sensibilidad en el olfato de las embarazadas, como ocurre con otras alteraciones como la diabetes gestacional, es mayoritariamente transitorio.
Por lo general, la hiperosmia se produce durante el primer trimestre. Se relaciona a menudo con las náuseas en los primeros meses de embarazo, puesto que cualquier olor levemente desagradable se convierte en un olor súper desagradable. De hecho, se ha observado que las mujeres que tienen anosmia no sufren ese periodo de náuseas.
Normalmente, esta alteración del olfato desaparece o se reduce a los tres meses de gestación, aunque en algunos casos puede persistir hasta las últimas semanas e incluso un tiempo después de que nazca el bebé.
La culpa de la hiperosmia en las embarazadas la tienen las alteraciones hormonales que se producen en este periodo, siendo los estrógenos los que convierten cualquier fragancia en una auténtica bomba de olor.
Por desgracia, esta alteración del olfato durante el embarazo que afecta a muchas mujeres, no se puede evitar. Y tampoco podemos andar por la calle con una pinza en la nariz.
Lo que sí podemos hacer es intentar minimizar las consecuencias de la hiperosmia, sobre todo para que las náuseas durante el embarazo sean lo más llevaderas posible. Para contrarrestar la hipersensibilidad a los olores podemos: