De un tiempo a esta parte, está proliferando en los medios de comunicación la publicidad relativa a la aparición de nuevos alimentos sin lactosa. Una oferta que viene a responder a la demanda creciente de estos productos, ya que se estima que en nuestro país un 40% de las personas adultas desarrollarán en mayor o menor intensidad intolerancia a la lactosa. Lo cierto es que ha aumentado el número de diagnósticos –que no la prevalencia o proporción de personas que la sufren– por la mayor concienciación no solo de la profesión médica, sino también de la sociedad en general. Por supuesto, disponer de métodos de detección no invasivos y accesibles en los laboratorios clínicos también ha ayudado en esta labor.
El organismo necesita digerir la lactosa para utilizarla como combustible. El intestino delgado fabrica una enzima, denominada lactasa, que se encarga de descomponer el azúcar de la leche y transformarla en glucosa y galactosa. Las personas con intolerancia a la lactosa no producen suficiente lactasa. La consecuencia es que cuando ingieren lácteos, la lactosa se deposita en su intestino, donde se generan gases, provocando síntomas poco específicos como dolor abdominal, hinchazón de esa zona y episodios diarreicos. Se trata de un trastorno que puede aparecer en la infancia, pero también en la edad adulta, aumentando a medida que se cumplen años.
Los especialistas recomiendan acudir a consulta ante cualquiera de estas señales. Tras una adecuada historia clínica del paciente, se procederá a una revisión analítica y a realizar el test diagnóstico de referencia, que consiste en medir la cantidad de hidrógeno en el aliento que se espira tras una ingesta de lactosa.
Tratamiento de la intolerancia a la lactosa
Para poder evitar las molestias asociadas a esta alergia, el tratamiento más eficaz es dejar de consumir productos lácteos. En casos excepcionales, existe la posibilidad de añadir preparados enzimáticos que llevan la lactasa necesaria para digerir la lactosa. Afortunadamente, en la etapa adulta no presenta otro problema que el sintomático.
Respecto a la proliferación en los supermercados de productos específicos libres de lactosa, es evidente que ayudan a no renunciar a determinados alimentos. El problema en muchas ocasiones viene provocado por la presencia de lactosa en múltiples preparados, como en los aditivos e incluso en los excipientes de los fármacos. Por ello, es necesario advertir sobre la necesidad de leer la composición de los productos a las personas que sufren intolerancia a la lactosa.
Finalmente, aunque muchos fármacos contienen lactosa como excipiente, en la práctica clínica, y debido a la escasa cantidad, excepcionalmente suponen un problema clínico y generalmente no desencadenan síntomas.
Dr. Ángel Barturen
Especialista en Aparato Digestivo de IMQ