La muerte súbita se puede definir como un fallecimiento inesperado que resulta de una enfermedad cardíaca cuya presencia puede ser conocida o no. El 50% de estas muertes podrían evitarse con una prueba de esfuerzo.
La edad es determinante en estos casos: para los menores de 35 años el riesgo es excepcionalmente pequeño y se estima una incidencia de un caso por cada 200.000 personas al año, mientras que cuando se pasa de esa edad aumenta hasta uno de cada 18.000.
En este sentido, también las patologías responsables del fallecimiento guardan relación con los años; en los deportistas jóvenes son generalmente enfermedades congénitas y casi nunca de origen isquémico que, en términos coloquiales, es la falta de riego en el corazón que puede provocar un infarto o, si es más leve, una angina de pecho. Las estadísticas dicen que, en los jóvenes, la arritmia del ventrículo derecho y las miocarditis son las más frecuentes.
Otras causas mucho más raras de muerte súbita son los síndromes arritmogénicos, las malformaciones vasculares cerebrales y el asma bronquial. En todos estos casos, no necesariamente se han tenido que dar episodios previos ni se ve en una prueba de esfuerzo. En los mayores de 35 años, la cardiopatía isquémica es la primera causa de fallecimiento y en más del 90% de los casos se ha demostrado la existencia de una enfermedad coronaria, aunque hay evidencia de que el ejercicio físico de resistencia ejerce un efecto protector.
Prueba de esfuerzo
La herramienta preventiva más útil es un reconocimiento médico deportivo completo con una prueba de esfuerzo que detecta, por un lado, posibles episodios de arritmias o alteraciones, y por otro, cardiopatías isquémicas, responsables de más del 50% de estas muertes. Está recomendada en todos los deportistas, pero principalmente a partir de los 35 años y si se tiene algún factor de riesgo añadido o se comienza a hacer un deporte de forma intensa. Consiste en realizar un ejercicio físico convenientemente monitorizado en el que se busca provocar una isquemia o algún tipo de arritmia. Puede ser sobre una cinta rodante o en una bicicleta adaptada a cada persona, con una duración de entre 10 y 12 minutos, o incluso más dependiendo del protocolo utilizado, y en el que se analizan variables como la tensión arterial o la frecuencia cardíaca.
Sin embargo, estas pruebas a veces no son suficientes debido a que en ocasiones desgraciadamente el primer síntoma de la existencia de la enfermedad coronaria es el fallecimiento. Se sabe, además, que el riesgo de sufrir muerte súbita cardíaca puede aumentar hasta cerca de tres veces si en la familia directa hay alguien que sufre alguna de las patologías asociadas. Por eso, en algunos países se empiezan a utilizar análisis genéticos como complemento para poder prevenirla.
Dr. Pablo Aranda
Responsable de la Unidad de Medicina Deportiva de IMQ Zorrotzaurre