El consumo de bebidas alcohólicas en la adolescencia pone en peligro su salud física y mental. Resulta cada vez más habitual que muchos adolescentes, en algunos casos incluso niños, consuman alcohol como forma de diversión o como un ingrediente que les ayuda a ser mejor aceptados por parte del grupo. La ingesta de bebidas alcohólicas a edades tempranas resulta, sin embargo, un serio riesgo no solo porque puede desembocar en una intoxicación grave, sino también por las secuelas que puede dejar en el futuro.
Los consumos de tipo intensivo están relacionados en muchas ocasiones con momentos de ocio, en lugares públicos, fundamentalmente los fines de semana y sus efectos dependen de la cantidad presente en la sangre (tasa de alcoholemia), que se mide en gramos/litro y varía en función de diversas variables como la edad, el peso y el sexo.
A los 12 o 13 años, esta tasa es proporcionalmente más alta que en adultos. Otra variable muy importante es la diferente cantidad de alcohol que contienen las distintas bebidas en función de su graduación. Las más fuertes, como el ron, la ginebra o el whisky, ingeridas en poco tiempo y en cantidad, son las más peligrosas, puesto que fácilmente producirán intoxicación y coma etílico.
Complicaciones y secuelas
Las complicaciones más temidas del coma etílico son la aspiración del vómito, que puede llevar a la muerte por asfixia, las crisis convulsivas y la hipotermia. Las posibles secuelas, en cambio, son muy diversas, pero fundamentalmente están en relación con daños y alteraciones del sistema nervioso central, cardiovascular y endocrino, así como afectación hepática y del aparato digestivo. Es al mismo tiempo responsable de accidentes y conductas violentas.
La práctica del ‘atracón etílico’ es especialmente dañina y produce alteraciones cognitivas de la memoria y del aprendizaje en un cerebro todavía en desarrollo. El abuso del alcohol a estas edades influye, por otro lado, en el deterioro de las relaciones con la familia, los compañeros y los profesores, y de una forma significativa se dan comportamientos violentos y de alto riesgo. Además, está demostrado que estos perfiles tienen una mayor probabilidad de desarrollar alcoholismo y dependencia de otras drogas cuando son adultos.
¿Qué papel pueden jugar los padres a la hora de prevenir este tipo de conductas? El mejor consejo es que hablen abiertamente de ello buscando el momento oportuno y, si ha sido un hecho puntual, tratar de averiguar las razones, sin dramatizar. Fomentar aficiones en familia, conocer a sus amigos y su entorno y fijar horarios razonables de vuelta a casa pero firmes son otras recomendaciones que ayudarán, sin olvidar el modelo de consumo de alcohol de los progenitores.
Fidel Fuentes
Médico de IMQ