El cáncer de colon representa el tumor más frecuente diagnosticado en España en el año 2018 en ambos sexos, siendo el tercero en varones después de próstata y pulmón y el segundo en mujeres después del cáncer de mama. En Euskadi se detectan una media de 1.900 casos al año.
La edad media de presentación del cáncer de colon son los 70 años y la mayoría de los pacientes tienen más de 50 años en el momento del diagnóstico, pero no hay que olvidar que también puede aparecer en personas más jóvenes. Es un tumor que afecta a hombres y mujeres casi por igual.
El cáncer colorrectal aparece en el interior del intestino grueso –desde el intestino delgado hasta el ano– y en más del 90% de los casos, se origina en un pólipo benigno, que sufre una transformación maligna tras un periodo de hasta una década.
Cabe subrayar que este tipo de cáncer es muy poco o nada sintomático al principio, por lo que tan sólo puede detectarse a través de una serie de pruebas médicas. No obstante, existen algunas señales fáciles de captar y que pueden dar la voz de alarma. Por ejemplo, cuando el tumor crece, en ocasiones, obstruye el colon-recto y las personas que lo sufren pueden notar alteración continuada del ritmo de las deposiciones.
Otras veces, es posible que origine sangrados recurrentes que se observen en las heces. Los sangrados pueden ser, no obstante, producidos por otros trastornos benignos de menor importancia- como hemorroides o fisuras- que también deben ser consultados con el especialista para evitar consecuencias más graves. Asímismo, las anemias han de ser siempre estudiadas para descartar un sangrado del tubo digestivo por esta causa.
Dada su escasez de síntomas, es necesario mantener cierto control médico para poder detectarlo a tiempo. En las fases tempranas, la tasa de éxito es mayor del 90%. Para ello existe el test de sangre oculta en heces, una prueba sencilla que detecta si hay o no sangre en las deposiciones. En este caso, se envían a laboratorio de análisis una o tres muestras (mejor) de heces.
Es importante remarcar que cuando el resultado de este test es positivo, no quiere decir que sea por un cáncer, si no que puede tratarse, de fisuras, hemorroides , divertículos, y otras patologías completamente benignas. Gracias a los programas actuales de diagnóstico se ha conseguido detectar cada vez mayor número de casos en fases precoces de la enfermedad.
Respecto a la colonoscopia, es el método principal de diagnóstico y tratamiento. Es el más fiable y más utilizado para detectar patologías benignas y malignas en el colon. Se trata de una exploración que realiza un médico, introduciendo por el ano un tubo flexible (colonoscopio) con una cámara de vídeo, que permite ver el interior del colon. Además, se pueden extirpar pólipos o tomar biopsias para ser analizadas. Generalmente se realiza con anestesia, lo que evita que la exploración sea dolorosa.
En ocasiones podemos utilizar otras técnicas como son el enema opaco de doble contraste, que consiste en realizar unas radiografías tras la introducción de un contraste y aire en el colon; o la colonoscopia virtual, que se trata de un escáner del colon.
Otras pruebas (TC, RMN, eco endorrectal, etc.) se utilizan normalmente para hacer un estudio más exhaustivo en lesiones ya diagnosticadas.
El tratamiento quirúrgico está demostrado que es el mejor para estos tumores. Se trata de extirpar una parte del colon, con márgenes de seguridad y volver a unir los extremos limpios de tumor. En este campo, la laparoscopia es una técnica, hoy en día muy desarrollada, que permite realizar la operación a través de unas pequeñas incisiones en la pared abdominal sin necesidad de grandes heridas, lo que favorece la recuperación inmediata del paciente tras la intervención.
Es fundamental también, la colaboración con el oncólogo, una vez intervenido el paciente, para valorar si se necesitan tratamientos complementarios, como quimioterapia y radioterapia para aumentar la tasa de curación.