Las personas mayores son las principales consumidoras de medicamentos y, por lo general, deben tomar varios fármacos a la vez. Aunque no hay patologías propias de esta edad, sí cambia la frecuencia de algunas de ellas, que se cronifican y, sobre todo, el organismo que las consume, disminuido en sus defensas y en su capacidad de adaptación y de reserva. Estos cambios fisiológicos producen una serie de modificaciones en el procesamiento y efecto de los fármacos. Por último, también se producen cambios motivados por otros tratamientos que el paciente está tomando: son las llamadas interacciones.
«El consumo diario medio por anciano oscila entre 2-3 medicamentos con receta, si bien diferentes estudios dicen que entre un tercio y la mitad de los ancianos tratados no cumplen el tratamiento prescrito. La mala comunicación se sitúa como una de las principales causas de que no se ingieran de forma correcta. Bien porque el paciente no recibe una información completa, exacta y clara sobre la medicación por parte del médico u otros profesionales sanitarios, o bien, por problemas cognitivos del propio paciente –como la pérdida de memoria, de vista o auditivos– que conllevan una dificultad de comprensión de las pautas de medicación o de instrucciones excesivamente complejas.
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Reacciones a los medicamentos
Los procesos cardiovasculares son la patología más frecuente en los mayores y constituyen aproximadamente el 39% de los ingresos hospitalarios. Por este motivo, los medicamentos para la hipertensión, incluyendo los diuréticos, son los más utilizados, pero también se prescriben muchos antiulcerosos y para el sistema nervioso (tranquilizante, hipnótico o antidepresivo).
Con los que más problemas se suelen tener es con los antibióticos. Las penicilinas y cefalosporinas pueden derivar en alergias o los aminoglucósidos, que producen insuficiencia renal o hipoacusia. También con los antiinflamatorios, que pueden conllevar gastritis y hemorragias digestivas, alergias e insuficiencia renal.
Estas consecuencias se pueden dar por errores de medicación, es decir, aquellos incidentes prevenibles que pueden causar daño al paciente o dar lugar a una utilización inapropiada de medicamentos, como confundir aquéllos que tienen envases parecidos. Son más frecuentes en la población geriátrica (3,47%) que en la general (1,6%). Pero también puede ser una reacción adversa –los llamados efectos secundarios– que también son habituales en los mayores y causan el 17% de sus ingresos hospitalarios y que son prevenibles hasta en casi un 30% de los casos. Por último, no hay que obviar las reacciones alérgicas que se producen por una respuesta inmune exagerada a algún componente del fármaco.
Iñaki Artaza
Médico y Director del Centro Socio- Sanitario Igurco Orue, del Grupo IMQ