Especialista en Endocrinología Infantil del Centro Médico IMQ Colón de Bilbao
El exceso de grasa amenaza la salud de un creciente número de niños y niñas atrapados entre el sedentarismo y las comidas hipercalóricas. De hecho, España es uno de los países donde más ha aumentado la obesidad infantil y, aunque no se encuentra entre los de mayor tasa de obesidad, está claro que no se libra de este gran problema.
Actualmente se acude en transporte a todas las actividades escolares y extraescolares, los juegos con el ordenador, móviles y otros dispositivos han sustituido a los tradicionales en los que se corría y saltaba, hay ascensores y escaleras mecánicas por todas partes... Todo ello provoca que los niños/as gasten menos calorías.
La balanza también se ha desequilibrado hacia una ingesta calórica mayor. Hoy en día se puede comer a cualquier hora, los snacks son hipercalóricos y la raciones, mayores. Otro elemento a tener en cuenta es el cambio de estructura familiar, con ambos progenitores trabajando fuera de casa, lo que ha quitado tiempo para la elaboración de una dieta adecuada, sustituyendo en muchas ocasiones los platos tradicionales por comidas precocinadas, pizzas, hamburguesas…
La obesidad infantil conlleva, sin embargo, significativas complicaciones a corto, medio y largo plazo: ortopédicas (artrosis), metabólicas como la diabetes o la hipercolesterolemia, problemas en el tiempo de aparición y evolución de la pubertad, aumento de la incidencia de tumores y sobrepeso en la etapa adulta... De todos los trastornos secundarios que están asociados, las alteraciones emocionales son las más importantes y preocupantes. En esta sociedad en la que la estética cuenta tanto, los niños gordos pierden autoestima, con todas las consecuencia que ello tiene.
La familia, implicada
Afortunadamente, los pediatras están muy preparados para detectar la obesidad infantil en su comienzo y buscar una solución. Son ellos los que, además, cuando ven algún problema añadido derivan al niño al especialista.
El tratamiento consiste, fundamentalmente, en cambiar hábitos de vida no solo en el pequeño/a, sino en toda la familia, con pautas de alimentación sana, aumento del gasto energético mediante ejercicio y restricción de las horas de televisión y del uso de dispositivos electrónicos. Al tratarse de un ser en crecimiento, no se pueden establecer dietas restrictivas ni hay tampoco ningún fármaco indicado. No obstante, dejar a los niños solos en este empeño supone un fracaso asegurado.
La familia lo es todo en el tratamiento de la obesidad, incluso en los pacientes adolescentes. Hay que educarles en la necesidad de comer de todo de forma equilibrada (frutas, verduras, legumbres, pasta...), evitando los alimentos precocinados y las salsas. Respecto al ejercicio físico, no hace falta ir a un gimnasio. Con acostumbrarles a que hagan deporte de forma regular es suficiente en la mayoría de los casos.