La depresión infantil afecta aproximadamente a entre un 4 y un 6% de los niños y niñas según diversos estudios y estadística. En edades tempranas no hay diferencia entre sexos, pero a partir de los 12 años todo indica que las niñas la sufren con más frecuencia. El término depresión deriva del latín ‘depressio’, que literalmente significa hundimiento, y esa es la sensación que muchas veces los pequeños pacientes transmiten sobre su estado.
La depresión no debe confundirse con una sensación de tristeza que puede aparecer ocasionalmente ante una frustración o un revés, sino que es algo mucho más intenso que provoca una pérdida de interés por las cosas que nos rodean. Sentirse como estar en un agujero, una intensa apatía y desgana, muchas veces ganas de llorar sin poder controlarlo... son algunos de los síntomas que acompañan al menor con depresión infantil.
Junto a ello, aparece otra serie de síntomas como son las alteraciones de los hábitos alimenticios, bien con una pérdida del apetito o por el contrario con un aumento de éste a todas horas, y alteraciones del sueño, con pérdida del mismo.
Sin olvidar la irritabilidad, cambios de humor sin explicación; preocupación intensa por cosas a las que anteriormente no se daba importancia; inquietud, agitación con hiperactividad o pérdida de energía y cansancio; ideas de culpa, de inutilidad, sentimiento de no ser querido; dificultades de concentración; aislamiento; dolores erráticos por diferentes lugares del cuerpo y cambiantes (cabeza, aparato digestivo y respiratorio, osteomusculares).
Causas más frecuentes de la depresión infantil
Por lo general, la depresión infantil suele estar relacionada con una pérdida -fallecimiento de familiares o amigos– o cambios vitales en el entorno –el nacimiento de un nuevo hermano, separación de los padres o problemas económicos. Como consecuencia de la pérdida o del cambio se produce una falta de confianza y de autoestima que deriva en ese ‘hundimiento’ que conlleva toda la sintomatología descrita previamente.
También con los cambios de status social o de colegio se da cierta pérdida del entorno conocido y la necesidad de volver a crear relaciones, adaptarse a un nuevo lugar y nuevos compañeros y dificultades escolares que pueden llevar a sentimientos de inutilidad que deriven en una depresión infantil.
Cómo actuar en caso de depresión infantil
En estas circunstancias que originan la depresión infantil está implicado todo aquello que rodea al niño o a la niña, es decir, padres y madres, familiares, amistades, compañeros y profesores del colegio, por lo que es importante contar con su colaboración a la hora de buscar las soluciones. Lo primero que hay que hacer cuando se percibe alguno de estos síntomas es acudir al médico de cabecera, en este caso el pediatra, que valorará la situación.
Una vez conocidos los síntomas, hará las pertinentes pruebas para descartar cualquier patología orgánica y posteriormente, si lo ve necesario, indicará la derivación al especialista en Psiquiatría. El diagnóstico de la depresión infantil se realiza con entrevistas clínicas del paciente, pero también de los progenitores y, a veces, del profesorado, puesto que son las personas que más tiempo pasan con el niño o niña y pueden aportar datos de su comportamiento. En el caso de pacientes de muy corta edad, también se utilizan dibujos, juegos infantiles o tests para que expresen mejor lo que les ocurre.
Tratamiento de la depresión infantil
El tratamiento de la depresión infantil debe ser siempre individualizado, adaptado al entorno y a la edad. Se realiza en una dobl vertiente, psicoterapéutica y psicofarmacológica. Siempre hay que realizar un abordaje psicoterapéutico que ayude a entender los motivos que han llevado a esa depresión y buscar cómo solucionarla, con un trabajo de apoyo con madres y padres pues no hay que olvidar que también sufren viendo así a sus hijos, lo que hace que a veces pierdan la perspectiva.
Es preciso que los progenitores también puedan hacer un trabajo de elaboración sobre lo que le ocurre a su hijo o hija y el modo en que les afecta. Además del trabajo de terapia, hay que valorar el posible tratamiento psicofarmacológico. Fundamentalmente, se utilizan antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, los llamados ISRS, u otros similares con efectos complementarios de efecto sedante, sobre todo en casos de agitación, insomnio, etc.
Cada caso, un tratamiento
En Psiquiatría, aún más que en otras ramas de la medicina, tiene mayor validez el aforismo de que no hay enfermedades sino enfermos. Por ello, es muy importante tomar cada caso como específico y con sus particularidades, ya que la mente de cada persona es única y, por tanto, las posibles soluciones a su trastorno son también específicas.
Cuando un niño está deprimido no se comporta como lo hace por fastidiar, por capricho o por llamar la atención sin más. Hay un importante grado de sufrimiento que es incontrolable y que lleva a manifestarlo como sea, para que los demás se den cuenta de que algo no va bien y que necesita ayuda. Tampoco hay que pasar por alto que el ver a su hijo así y no saber cómo ayudarlo origina, a su vez, un gran sufrimiento en madres y padres.
Consejos para salir adelante
Hay ciertas cosas que se pueden hacer para que el niño pueda tener un mayor equilibrio psíquico que le ayude a superar las crisis, por otro lado inevitables en el desarrollo de la vida, que vayan surgiendo en su crecimiento como persona. Por ejemplo, tratarle siempre como a una persona con vida propia, más allá de los padres, aunque dependa de ellos por su edad, con sus obligaciones y derechos. Hablar con él de los temas que le preocupen así como darle las explicaciones necesarias y concretas a lo que pregunte, sin engaños.
Cuando estamos ante una depresión infantil, es importante para el niño ver que sus padres están con él apoyándole y ayudándole, con los medios de que disponen o buscándolos, para que salga de ella. Tiene que aprender a aceptar que es algo que ha aparecido en su vida, pero que también desaparecerá y lo recordará como algo que le ayudó a crecer y madurar.
Dr. José Ignacio Ibáñez
Especialista en Psiquiatría de IMQ