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El apego: Tipos y consecuencias psicológicas

apego niños
Beatriz Zárate Arrausi
Psicóloga en el centro médico IMQ Amárica

El apego en la infancia es un lazo cuya naturaleza determinará muchas de nuestras reacciones en la vida adulta. Analizar las distintas variantes que este nexo puede adoptar es de gran ayuda para comprender ciertas conductas. En este artículo, te lo explicamos.

¿Qué es el apego y cómo se establece?

Para comenzar, debemos entender que el ser humano es un animal que nace sin desarrollarse por completo, lo que exige la presencia y cuidado de otras personas para sobrevivir. La relación con esas figuras marcará nuestro futuro.

El apego es el vínculo afectivo que establecemos con las personas significativas de nuestra vida; aquellas con las que compartimos sentimientos de pertenencia y seguridad. En el caso del recién nacido, es la primera emoción que surge hacia sus primeros cuidadores.

Este sentimiento de apego se forma gracias a la información que nos proporcionan los sentidos, en el contacto con otro ser humano. Cuando se ha establecido, sirve para cimentar el desarrollo psicoemocional y permite al niño o la niña adentrarse en el mundo con la seguridad de que alguien le protege de las amenazas.

La función principal del apego es asegurar el cuidado, la protección, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad. De hecho, el tipo de apego que se establezca entre el bebé y sus cuidadores principales determinará en gran medida su personalidad, su autoestima, su sistema de creencias (de sí mismo y del mundo), su diálogo interno y su manera de relacionarse con quienes le rodean.

Tipos de apego y sus consecuencias

El vínculo que se establece entre el niño o niña y la madre, padre o la persona cuidadora principal no siempre es el ideal, porque el recién nacido formará este nexo con la persona que tiene más cerca, independientemente de que sea apropiada o no.

Esta forma de relacionarse tiene implicaciones en la personalidad adulta, su elección de amistades y de pareja, su trato con las demás personas y la manera de gestionar las emociones.

En la teoría del apego, uno de los campos que se abre es la transmisión entre generaciones de los mecanismos y elementos que generan nexos inapropiados. A continuación, encontrarás las distintas dinámicas y sus repercusiones psicológicas y emocionales.

Apego seguro

Se fundamenta en los cuidados adecuados, que proporcionan seguridad dentro de una relación donde existen comunicación y contacto frecuentes. En estos casos no aparece el miedo al abandono y el niño o niña puede establecer relaciones normales, porque se siente valorado, aceptado y querido.

Los padres de los niños con apego seguro, reaccionan rápidamente a sus necesidades, juegan con ellos, son sensibles y amables. Ejemplo: Te he visto caerte de la bicicleta, vaya herida, debe dolerte, ¿necesitas que te ayude a curarte o prefieres hacerlo tú?

Estos niños son capaces de jugar y explorar el entorno con tranquilidad, mientras están con su figura de apego. Ante la separación de su figura de apego presentan ansiedad, pero a su regreso se calman. Suelen ser criaturas sociables, que buscan consuelo en su figura de apego cuando lo necesitan. Sienten a sus figuras de apoyo como su “lugar seguro”, lo que les aporta confianza para explorar el entorno y confiar en sí mismos. En general tienen una visión positiva de su persona y de los demás, lo que favorece sus relaciones sociales.

Cuando desarrollen sus habilidades, podrán explorar el ambiente a su alrededor con confianza y sin sentir miedo. En su vida adulta, son personas con independencia emocional, que pueden mantener sus vínculos afectivos íntimos de un modo natural y saludable, sin aferrarse a ellos. Son individuos con buena autoestima, motivados y suelen presentar expectativas positivas en sus relaciones sociales.

Este es el único apego bueno, para lograrlo es fundamental que padres y madres respondan de una forma congruente a las necesidades de sus hijos e hijas.

Apego ansioso y ambivalente

La incertidumbre ante sentimientos inconsistentes crea desconfianza entre el niño y su cuidador, y hace que incluso lo vigile. Entre las emociones predominantes, figuran la angustia y el miedo a lo que le rodea.

El motivo es haber recibido atenciones inconsistentes o que se perciben como tales. La reacción más frecuente es la angustia ante las separaciones, que a veces no se calma con la presencia de la persona adulta hacia la que existe el apego.

Los progenitores de estos niños, suelen ser figuras que a veces están y otras veces no. Tienen una respuesta incoherente, ya que a veces responden adecuadamente a las necesidades del menor y otras veces le rechazan. Pueden ser padres muy nerviosos, o sobreprotectores.

Los niños con apego ansioso, al iniciar las conductas para explorar lo hacen con cautela e inseguridad sin separarse mucho del cuidador y buscando su aprobación. Suelen presentar ansiedad ante la separación de la figura de apego y luego no logran calmarse en el reencuentro. Es importante que no confundas este tipo de apego con la ansiedad por separación, que aparece entre los 8 y los 14 meses de edad y representa una etapa normal del desarrollo infantil que suele resolverse espontáneamente.

En la etapa adulta aparecen temores e incertidumbre frente al afecto de los demás. Pueden desarrollar dependencia emocional y miedo constante al abandono, con mucha ansiedad y sus síntomas asociados. Para darte una idea de la repercusión posterior, un estudio de la Universidad del País Vasco demostró la relación entre la angustia y el menor rendimiento académico.

Apego evitativo

Este vínculo es una expresión característica de los niños que no reciben la seguridad requerida y sienten que la persona cuidadora no los protege. La reacción es mostrarse autosuficientes y distantes emocionalmente. Lo que parece ser seguridad, en realidad expresa altos niveles de estrés y malestar emocional con tristeza. Como signo típico, el niño o niña no llora cuando la figura de referencia se aleja.

Los padres no suelen responder a las necesidades de su hijo, porque no saben cómo dar apoyo o porque son excesivamente intrusivos, mostrando una baja empatía. Este tipo de niños y niñas suele mostrar poca ansiedad ante la figura de apego y poco interés en el reencuentro, no mostrando preferencia entre una persona extraña o la figura de apego.

Al crecer, sienten que no valen nada y que nadie los quiere. Existe dificultad para desenvolverse en las relaciones íntimas y rechazan el contacto estrecho, ya que no pueden conectarse con las emociones de los demás. En las relaciones de pareja, suelen sentirse incómodos cuando la pareja empieza a pedirles más intimidad o cercanía. Les cuesta confiar y dejarse llevar, así como demostrar afecto y cariño.

Apego desorganizado

Entre los diferentes tipos de apego, este es lo opuesto al seguro. La negligencia y la inseguridad en los cuidados producen un tipo de apego en el que se mezclan rasgos del ambivalente y el evitativo. Las conductas infantiles son contradictorias y sienten miedo y desconfianza hacia quien ejerce el cuidado.
Son padres insensibles o abusivos, que ignoran las necesidades del niño o le aterrorizan. Estos niños a veces buscan la figura de apego y otras veces la ignoran, se sienten inseguros, confusos y aturdidos, y tienen dificultades para gestionar sus emociones y para relacionarse con otras personas.

Resulta difícil establecer una comunicación con estos niños, que pueden tener reacciones violentas y destructivas. De adultos, son personas iracundas, con estrés y sus síntomas, que se sienten rechazadas y reaccionan de manera explosiva. En general, su gestión de las emociones negativas y la expresión de las positivas es ineficiente. Sus relaciones son inestables, dramáticas y con muchos altibajos. Sienten miedo al abandono, pero a su vez les cuesta generar vínculos de intimidad.

En conclusión, el apego en la infancia es la expresión del vínculo más importante de sus vidas. Procurar que sea saludable, que brinde seguridad y que permita la comunicación es esencial para la salud emocional del futuro adulto. Para lograr un apego seguro es fundamental que los padres respondan de una forma congruente a las necesidades físicas y emocionales de sus hijos e hijas.

 

 

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