La artritis reumatoide es una enfermedad crónica del sistema inmunológico que se caracteriza por la inflamación de las articulaciones. En ocasiones, puede afectar a otros órganos como la piel (nódulos reumatoides y vasculítis), pulmón (derrame pleural, nódulos, neumopatía) y corazón (pericarditis, insuficiencia aórtica). Se trata de una patología no contagiosa y una de las más de 100 enfermedades reumáticas existentes, con un pronóstico y tratamiento específicos, pero con una baja frecuencia de curación espontánea. Por ello ha de ser diagnosticada de forma precisa por un reumatólogo.
En España hay más de 250.000 afectados y en sus formas más severas reduce la esperanza de vida en 5-10 años. A pesar de que puede presentarse a cualquier edad, se da más en personas de 30 a 55 años, también podemos decir que es más frecuente en mujeres que en hombres (2-3/1). En este punto, cabe señalar que también puede aparecer en niños y ancianos, aunque no se trata de una enfermedad asociada con edad avanzada.
La artritis reumatoide no es tampoco una enfermedad hereditaria, pero sí se presenta en personas con una especial predisposición genética; los familiares de primer grado de afectados tienen más posibilidades. Su causa, por el momento, es desconocida habiéndose implicado como factores a los genes, medio ambiente o agentes infecciosos, sin que haya evidencias que impliquen a uno de ellos en concreto. El propio sistema inmunológico genera anticuerpos que atacan a la membrana sinovial que recubre a las articulaciones, al considerarla ‘extraña’ y no reconocerla como propia. A pesar de esta alteración, la capacidad de defensa ante infecciones es prácticamente normal en estos pacientes.
Síntomas de la artritis reumatoide
Respecto a las consecuencias de esta inflamación, los primeros síntomas de la artritis reumatoide son:
- dolor articular,
- hinchazón
- rigidez articular, más evidente por la mañana y de larga duración.
Las articulaciones que se inflaman con más frecuencia son las muñecas, dedos de las manos y pies, rodillas, tobillos, hombros, codos y caderas. La afectación de la columna, salvo la cervical, no es frecuente. Además se acompaña de otros síntomas como fatiga, debilidad, falta de apetito, fiebre baja, hormigueos, falta de aire con los esfuerzos, sequedad en piel, enrojecimiento y sensación de arenilla en los ojos o ronquera mantenida, etc.
Importancia del diagnóstico precoz
La inflamación persistente acaba dañando al hueso, ligamentos y tendones provocando deformidad, pérdida de la movilidad y gran discapacidad. De hecho, este tipo de artritis es una de las enfermedades reumatológicas más incapacitantes tanto para los quehaceres cotidianos como para los laborales (un 5% de las bajas laborales permanentes en España se deben a ella), generando problemas psicológicos de forma secundaria.
Al tratarse de una enfermedad que no tiene cura, cambia la vida de quien lo padece y de su familia, precisándose ajustar aspectos de su actividad diaria. Por todo ello, es importante un diagnóstico precoz puesto que en las fases iniciales de la enfermedad se consigue una mejor respuesta a los tratamientos. Asimismo, se debe tener en cuenta que no siempre aparecen todos los síntomas desde el principio, dificultando el diagnóstico.
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Medicamentos para aliviar el dolor
No existe un tratamiento curativo, pero en los últimos años han aparecido medicamentos que permiten controlar la enfermedad en un gran porcentaje. Gracias a ellos, se está consiguiendo llegar a la remisión de la misma (permanecer sin síntomas y sin alteraciones analíticas de actividad). Existen dos grandes grupos de fármacos:
- por un lado, los que alivian el dolor y la inflamación a corto plazo, controlando los brotes agudos. Por prescripción del reumatólogo, en ocasiones se puede actuar localmente con infiltraciones intraarticulares para reducir la inflamación.
- El segundo grupo son los fármacos modificadores de la evolución de la enfermedad a largo plazo: el especialista deberá encontrar el que sea más eficaz y mejor tolerado para cada paciente.
Asimismo, han aparecido las llamadas terapias biológicas pero su indicación no es para todos los casos y tiene un alto coste.
Cirugía y fisioterapia
En caso de artritis reumatoide es posible que se requiera algún tipo de cirugía ortopédica (cirugía reparadora, prótesis). También hay que destacar que los ejercicios y programas individualizados realizados por un fisioterapeuta ayudan a retardar la pérdida de función articular: técnicas de protección articular, férulas y tratamientos de calor/ frío, estimulación eléctrica…
No todas son reumatoides
No toda artritis es reumatoide. Existen otras variedades, como por depósito de cristales (por ejemplo, gota), por psoriasis, infecciosas, secundarias a patología degenerativa u a otras enfermedades inmunológicas… El especialista será quien determine ante qué artritis estamos.
Clima y embarazo
El clima y la humedad no tienen nada que ver ni como desencadenante ni en el mantenimiento de la enfermedad, aunque es cierto que ante los cambios climáticos cualquier articulación ya dañada es más dolorosa. Por otro lado, padecer esta enfermedad no impide el embarazo. En este sentido, 2/3 de las mujeres experimentan una mejoría transitoria durante el mismo aunque empeoran en los meses siguientes al parto.
Fuera estrés y actividades intensas
Desde la Sociedad Española de Reumatología se aconseja que estos pacientes eviten el estrés y la actividad física intensa. Recomienda un descanso de 8-10 horas por la noche, la siesta (reposo articular) y un baño de agua caliente matutino ya que contribuye a disminuir la rigidez. Evitar hacer movimientos repetidamente con las manos y mantener una postura adecuada durante el reposo (no mantener las articulaciones dobladas) con una cama dura y almohada baja.
Dr. Javier Duruelo
Especialista en Reumatología de IMQ