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El consumo de bebidas energéticas en adolescentes

efectos de la cafeína en adolescentes
Dr. David Belver
Especialista en Pediatría de IMQ

En los últimos meses se ha puesto el foco sobre las bebidas energéticas, y en especial su efecto sobre la población infantil y adolescente. El fácil acceso a estos productos, la presión del entorno y la publicidad han hecho que tengan un gran atractivo para este segmento de población, llegando en algunos estudios a determinar que existe hasta un 50% de consumidores entre las y los adolescentes a partir de 14 años.

Las principales preocupaciones sobre el impacto en la población pediátrica están relacionadas con la posibilidad de adicción, trastornos de la salud mental, enfermedades cardiovasculares y metabólicas.

Para poner las cosas en contexto, en los diferentes estudios realizados hasta la fecha con adolescentes, éstos refieren que las ocasiones más comunes de consumo de estas bebidas fueron las reuniones con amistades y ocio nocturno (71,1%), seguidas de momentos de estudio y preparación de exámenes.

Evidenciaron también que la principal motivación para el consumo de bebidas energéticas varía según el sexo: para las chicas, la curiosidad y para los chicos, la obtención de mayor energía o la mejora del desempeño físico. Ellos son también mayores consumidores que las chicas.

Principales Riesgos del Consumo de Bebidas Energéticas en Menores

Como norma general, según la Agencia Europea para la Alimentación (EFSA), la ingesta de cafeína de hasta 400 mg, consumida a lo largo del día, no tiene efectos perjudiciales para la salud de las personas adultas. Esta misma agencia propone un nivel de seguridad máximo de 3 mg/kg al día para el consumo habitual de cafeína en la infancia y adolescencia. No obstante, recuerdan que las bebidas con más de 32 mg/100ml pueden causar alteraciones del sueño en algunas personas.

Un café expreso (60 ml) contiene 80 mg de cafeína, una taza de té negro de 220ml hasta 50mg y en una lata de cola estándar de 33 cl unos 40mg, según los datos también de la EFSA. Las bebidas energéticas en nuestro mercado oscilan entre las de 250 ml que contienen 80 mg hasta latas de 500 ml que llegan a los 160 mg de cafeína. Estos niveles, independientemente de la edad, podrían ser elevados atendiendo al peso de cada individuo.

El consumo de cafeína en exceso se asocia a irritabilidad, insomnio, cefaleas, ansiedad o falta de concentración. Asimismo, la cafeína, si se consume de manera habitual, genera tolerancia. Por ello, estos mismos síntomas podrían aparecer por privación, al no tomarla durante unas horas o días. La generación de tolerancia obliga en algunos casos a aumentar la dosis para conseguir el efecto deseado, incrementado el riesgo de aparición de los fenómenos descritos anteriormente. El consumo puntual y según la concentración de cafeína puede acarrear taquicardia o aumento de la presión arterial.

En estas bebidas el efecto de la cafeína se asocia al de otros componentes que suelen llevar, algunos de ellos con efecto estimulante, como el ginseng, la glucoronolactona o la taurina.

Según una encuesta del Ministerio de Sanidad entre adolescentes consumidores y consumidoras de estas bebidas, se encontró correlación estadística significativa entre el consumo de bebidas con taurina y temblores y dolor en el pecho. Otras sustancias que se añaden con supuestos efectos beneficiosos como la L-Carnitina, que puede interferir con el metabolismo tiroideo, o las vitaminas del grupo B. Estas últimas en algunos productos están presentes en cantidades muy altas pudiendo afectar a personas con alteraciones renales.

Consecuencias Metabólicas y Cardiovasculares

Aunque hasta ahora hayamos puesto el foco en los componentes estimulantes de estas bebidas, no debemos olvidar que a nivel metabólico también tienen un riesgo por la gran cantidad de azúcares simples que contienen, hasta 11 g por 100ml. Una lata de 500 ml puede aportar hasta 60 gramos, cuando se aconseja no superar los 25 gramos diarios de azúcar. Una ingesta continuada de hidratos de carbono rápidos facilita la aparición de obesidad, hígado graso, diabetes mellitus tipo II o síndrome metabólico.

Impacto en el Bienestar Psicológico y Conductual

Respecto al bienestar psicológico, es importante recordar que en la infancia y la adolescencia el cerebro presenta gran plasticidad y aún está en formación. Si introducimos estos excitantes en contexto de momentos de ocio, favorecemos patrones de impulsividad y desinhibición, conductas de riesgo y accidentabilidad. Estas conductas que pueden perpetuarse en la edad adulta, siendo muy disruptivas para conseguir objetivos y trazar planes que lleven a una satisfacción vital.

Se aprecia que estas bebidas hacen perder el miedo al consumo de sustancias de abuso. Sabemos que un consumo regular de cafeína puede causar dependencia física moderada a partir de 100 mg/día. A esta posible dependencia el Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP) alerta que el consumo de estas bebidas "abre la puerta a la ingesta de otras sustancias tóxicas y a la promoción de adicciones. Es habitual que los adolescentes mezclen las bebidas energéticas con alcohol". El estimulante reduce la sensación de sueño y permite alargar las horas ocio nocturnas. Si las dosis de cafeína durante este periodo son superiores a 200mg se sienten menos los efectos del alcohol. Esto favorece la ingesta de mayor cantidad de éste último, con el riesgo de borrachera, aumentando los daños sobre la salud.

Absentismo escolar

En el medio y largo plazo la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES) que recoge el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA) revela que consumir estas bebidas se asocia a peores notas, absentismo escolar y peores calificaciones en los y las adolescentes de 14 a 18 años que toman bebidas energéticas respecto a quienes no las consumen.

Recomendaciones para Padres y Educadores

Por todo lo anterior desde pediatría desaconsejamos el consumo de este tipo de bebidas en la edad pediátrica. Tampoco deberían consumirla mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, personas con hipertensión o problemas cardiovasculares y con alteraciones del sueño.

En otros segmentos de población consumirlas ocasionalmente, evitar su mezcla con alcohol y nunca tomarlas para rehidratarte tras realizar deporte.

Como alternativa a este tipo de bebidas debemos recordar que los zumos y otras bebidas suelen llevar cantidades de azúcar excesivas. Éstas se deberían evitar o tomar muy esporádicamente. Es el agua la bebida por excelencia en la infancia y la adolescencia.

Como intervención social debería hacerse una mayor publicidad en los ámbitos adecuados de los efectos adversos que puede comportar el abuso de estas bebidas entre los adolescentes, pues a menudo desconocen su existencia y no pueden valorar correctamente los riesgos.

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