El cáncer de próstata es el segundo tumor maligno más frecuente en los varones y su incidencia aumenta con la edad
La próstata es una glándula situada debajo de la vejiga y delante del recto. Por ella transcurre la orina y su función consiste tanto en aportar nutrientes a los espermatozoides como en facilitar la licuefacción del semen en la eyaculación. La próstata puede verse afectada principalmente por tres enfermedades distintas: el crecimiento benigno (hiperplasia benigna), el crecimiento maligno (cáncer prostático) o las infecciones e inflamaciones (prostatitis).
El crecimiento benigno de la próstata comienza a los 30 años, pero los primeros síntomas se presentan alrededor de los 50. A esta edad, el 25% de los varones presenta síntomas miccionales debido al aumento del volumen de esta glándula. De igual modo, el 17% puede padecer un cáncer de próstata a lo largo de su vida, aunque sólo un 25% fallece a causa de él. «El incremento de longevidad de la población ha hecho más comunes ambas patologías», explica el doctor José G. Pereira, especialista en Urología de IMQ.
Asimismo, hay que mencionar las prostatitis –o inflamación prostática–, más frecuentes en varones jóvenes de 30 a 50 años. Estos cuadros pueden ser agudos (causadas por infecciones bacterianas) o crónicos (de difícil tratamiento).
Síntomas y tratamiento
Los síntomas del cáncer de próstata derivan de la obstrucción de la glándula al paso de la orina y de la repercusión que genera en el funcionamiento de la vejiga. La obstrucción dificulta el inicio de la micción, disminuye el calibre miccional, con una micción prolongada y entrecortada, goteo post-miccional y, en casos avanzados, retención urinaria, precisando la colocación de una sonda vesical. De igual modo, existen otros síntomas como múltiples micciones diurnas o nocturnas, incontinencia urinaria y dolor del bajo vientre.
El cáncer de próstata, en su inicio, no se diferencia de los síntomas del crecimiento benigno, pero en estadios más avanzados puede presentarse por sus metástasis en los huesos (dolores, fracturas), ganglionares (inflamación de extremidades inferiores y trombosis), o por infiltración de estructuras próximas, apareciendo sangre en el semen u orina, e insuficiencia renal. «De ahí la importancia de un diagnóstico precoz mediante chequeos periódicos» recuerda el especialista de IMQ.
Cuando el crecimiento benigno de la próstata dificulta severamente la micción, se recurre a la clásica adenomectomía retropúbica (cirugía abierta) y a la resección transuretral. Además, el láser verde KTP permite realizar una cirugía transuretral desobstructiva de alta calidad, con escasa hemorragia, breve estancia hospitalaria, menor tiempo de sonda vesical y una recuperación precoz.
En el tratamiento del cáncer próstatico localizado, la cirugía radical laparoscópica robotasistida (da Vinci) permite trabajar con una visión tridimensional magnificada y con unos instrumentos que, introducidos por pequeños orificios de la pared abdominal, son manipulados por el cirujano desde una consola. «La robótica ha permitido mejorar o mantener los resultados oncológicos, con una llamativa reducción de las secuelas (impotencia e incontinencia urinaria)», reconoce Pereira. Cuando la cirugía no está indicada, se puede recurrir a la radioterapia, braquiterapia (implante de semillas radiactivas), crioterapia, HIFU (ultrasonidos) o tratamientos hormonales.
Vida activa y sana alimentación
El cuidado de la salud prostática del varón se enmarca en el cuidado de la salud en general. Parece existir un paralelismo entre la salud cardiovascular y la prostática. Así, además de realizar un chequeo con periodicidad anual a partir de los 50 años, se aconsejan diferentes medidas higiénico-dietéticas con carácter preventivo. Se recomienda evitar la obesidad y la vida sedentaria, realizar ejercicio físico moderado y mantener una actividad sexual regular. A nivel dietético, se aconseja reducir el consumo de grasas de origen animal al 20%, aumentar la ingesta de frutas, verduras, legumbres, cereales, frutos secos, aceite de oliva y pescado azul (3 veces/semana). Es conveniente evitar el estreñimiento, comidas especiadas y picantes e incrementar el consumo de fitoestrógenos –té verde y soja–, así como de los licopenos –tomate, zanahoria, sandía, albaricoques– y las vitaminas E y D.
Especialista en Urología en IMQ