Hoy en día nadie escapa a la importancia de una buena alimentación para mantener un buen estado de forma física que también redundará en un mejor estado mental y emocional y es que, comer bien es vivir mejor.
Aunque el ritmo de vida actual dificulta el equilibrio en la dieta no debería provocar un deterioro en los hábitos de alimentación, que puede, a la larga, acabar destruyendo la salud. Comer bien es una cuestión de educación sanitaria y de actitud. La comida saludable no tiene diferencias de género. Sin embargo, dependiendo del tamaño corporal, las calorías diarias necesarias para vivir son algo menores en la mujer que en el hombre. Asimismo, en el embarazo, y especialmente en la lactancia, momento en el que la mujer incrementa sus necesidades nutricionales, existen diferencias entre sexos. También después de la menopausia la mujer debe asegurarse unos ingresos de calcio en torno a los 1.000 mg diarios y contar con niveles de vitamina D correctos.
Una alimentación saludable tendría las características de la dieta mediterránea, es decir, utilización del aceite de oliva como principal grasa culinaria, abundancia de alimentos vegetales y frutas, junto con un consumo frecuente de pescado. Es conveniente, por otra parte, un bajo consumo de carnes rojas, derivados lácteos y azúcares simples o los productos elaborados que los contienen, así como regular el vino en las comidas.
Es igualmente muy importante tener en cuenta que la cantidad de comida que ingerimos se tiene que adaptar a nuestro gasto energético. Si comemos más calorías de las que quemamos se producirá un ahorro inevitable en forma de grasa. También es necesario respetar las comidas principales, desayuno, comida y cena, ya que cerca del 10% de los niños y muchos adultos no desayunan.
Cambia con la edad
La pirámide de la alimentación saludable ha cambiado de la década de los 90 a la del 2000. Ahora se consumen menos patatas, aceites y legumbres y más derivados lácteos, pan y refrescos. Además, con la edad, disminuyen las calorías necesarias para hacer frente al metabolismo basal, es decir, las calorías que gastamos «por abrir la persiana de la vida» y la actividad física. Por lo tanto, se reducen, en general, las necesidades energéticas. A medida que pasan los años, también varían las preferencias por los alimentos, probablemente porque la naturaleza es muy sabia. Mientras un niño, un adolescente o un joven prefieren pasta y un buen filete para hacer frente al gasto energético y a las necesidades del crecimiento, de mayores puede gustar más la verdura, la fruta y el pescado. Eso sí, hay que cuidar que las personas mayores se alimenten bien. En muchas ocasiones, especialmente si están solas, pueden dejar de cocinar y en vez de comer bien, recurrir a ‘cualquier cosa’ por comodidad. Pueden descuidar el ingreso nutricional adecuado que está garantizado con la diversidad de alimentos en la dieta. Por último, el sobrepeso y la obesidad afectan al 50% de la población. Con un problema tan frecuente y de difícil solución, nacen falsos tópicos y soluciones milagrosas cuyos fundamentos desafían incluso al sentido común. Menos el agua y el aire, todo tiene calorías.
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Enseñar a comer bien
En general, la primera aproximación al tratamiento de la obesidad es enseñar a comer al paciente. Evidentemente cada persona requiere un tratamiento que irá en función de la enfermedad y complicaciones que presente.
Después de una buena historia clínica, exploración y de las pruebas complementarias pertinentes, se pauta el tratamiento. Hay que detectar los errores que se cometen e intentar corregirlos, así como establecer un plan de alimentación hipocalórico para generar balances energéticos negativos y eliminar así la grasa acumulada. Por otro lado, es necesario realizar ejercicio físico.
Cuando fracasan la dieta y deporte, disponemos de fármacos que nos pueden ayudar. Cada vez conocemos mejor cómo se regulan el apetito y la saciedad en el ser humano. Esto abrirá la puerta a fármacos que nos ayuden a calcular mejor cuánto tenemos que comer para vivir. Si todo fracasa y la obesidad representa una amenaza para la vida de la persona, se puede recurrir a la cirugía.
Especialista en Endocrinología en IMQ