La epilepsia es una enfermedad frecuente, que afecta por igual a ambos sexos, y que se caracteriza por la aparición de crisis epilépticas, que son unas descargas que ocurren como consecuencia de una interrupción recurrente e impredecible del normal funcionamiento del cerebro. En España en torno a 350.000 personas sufren crisis epilépticas. Estas pueden aparecer a cualquier edad, aunque son más frecuentes en niños menores de un año y en los ancianos.
Las crisis epilépticas representan una descarga excesiva anormal de impulsos eléctricos en las neuronas de la corteza cerebral. Las manifestaciones varían dependiendo del área cerebral afectada, pudiendo implicar síntomas motores (convulsiones), visuales, olfativos, emocionales o de comportamiento, entre otros.
Las crisis de epilepsia más graves se acompañan de pérdida de conciencia, rigidez generalizada, mordedura de la lengua, y convulsiones (sacudidas violentas), a veces con escape involuntario de orina. En el caso de las más leves se produce una desconexión del entorno, movimientos breves involuntarios, distorsión visual, olores muy intensos, etc.
Fases de las crisis epilépticas
En las crisis epilépticas diferenciamos varias fases:
- El aura: es la primera fase, suele durar segundos y consiste en la sensación premonitoria que precede a las crisis, con molestias en la boca del estómago, visiones o sonidos irreales, sensación de malestar, etc.
- Fase crítica: es el periodo en el que se manifiestan los síntomas principales de las crisis, como pérdida o alteración de la conciencia, movimientos convulsivos, etc. Suele durar entre 30 segundos y 2 minutos.
- Fase postcrítica: se da después de las crisis. El paciente se encuentra confuso, cansado o con bajo ánimo, de intensidad y duración variables (puede prolongarse desde minutos hasta varias horas).
¿Cuáles son las causas de las crisis epilépticas?Las crisis epilépticas se pueden confundir con eventos psicógenos no epilépticos, síncopes, migraña con aura, ictus cerebrales, amnesia global transitoria, movimientos anormales como los tics y con trastornos del sueño como sonambulismo o pesadillas.
En cuanto a sus causas, son variadas. Puede tener una base genética, en cuyo caso suele haber antecedentes familiares y predomina en la infancia. También puede darse en personas que hayan padecido ictus o malformaciones vasculares (es la causa principal en pacientes mayores de 65 años). Sin olvidar los traumatismos craneoencefálicos (más frecuentes en adultos jóvenes menores de 40 años), ni los tumores cerebrales (entre la población de 40-60 años).
También puede aparecer a consecuencia de las infecciones del sistema nervioso como las meningitis o encefalitis, los fármacos y el abuso de tóxicos, las enfermedades degenerativas como el Alzheimer y muchas otras patologías.
Algunos factores que pueden precipitar las crisis y se deben vigilar son:
- el consumo de alcohol y drogas,
- la falta de sueño
- el mal cumplimiento del tratamiento.
Algunas personas padecen epilepsia fotosensible, que es desencadenada por la luz intermitente (discotecas, videojuegos). Se trata de un tipo de epilepsia poco frecuente y que se detecta al realizar un electroencefalograma con estimulación lumínica intermitente.
Diagnóstico y tratamiento de la epilepsia
El diagnóstico de la epilepsia es clínico y lo establece el médico a partir de la información que le proporciona el paciente y los testigos de sus crisis. Las pruebas complementarias, como el electroencefalograma y el escáner o la resonancia cerebral, son útiles para apoyar el diagnóstico, determinar la causa, el tipo de epilepsia y valorar el pronóstico.
La mayoría de las personas con crisis de epilepsia deben tomar fármacos antiepilépticos. Se seleccionan en función de las características del paciente y del tipo de epilepsia. A la hora de elegir un fármaco, se considera la edad (en jóvenes se deben escoger aquellos que se puedan dar en una o dos tomas al día para mejorar el cumplimiento terapéutico y en pacientes mayores fármacos con pocos efectos secundarios), el sexo (fundamentalmente para la mujer en edad fértil) y la toma de otros medicamentos por parte del paciente que puedan modificar la eficacia.
La dosis de cada medicamento se debe ajustar de acuerdo a la respuesta, de tal forma que si las crisis persisten suele ser necesario subir la dosis o cambiar de fármaco, y si aparecen efectos secundarios reducirla o cambiar de terapia. Los ajustes o cambios tiene que realizarlos el especialista después de escuchar al paciente y nunca se debe modificar o suprimir sin indicación expresa del facultativo. Hay que tener precaución con otros fármacos que el paciente tome, al igual que con los anticonceptivos orales, que pueden ver disminuido su efecto.
Actualmente, hay más de 20 fármacos antiepilépticos y cada año aparecen nuevos, lo cual indica que la epilepsia constituye un campo preferencial en la investigación médica. La existencia de nuevos medicamentos no implica que sean más eficaces, pero muchas veces garantizan menores efectos secundarios y menos interacciones con otros fármacos. Aproximadamente entre el 65 y el 75% de las personas con epilepsia tienen las crisis controladas con la medicación, la mayoría con un solo fármaco.
Cirugía, sólo en algunos casos
La cirugía está especialmente indicada en determinados tipos de epilepsia en los que las crisis persisten a pesar de los fármacos y su origen es una lesión cerebral bien localizada. A su vez, en los últimos tiempos se ha desarrollado la técnica de estimulación del nervio vago. Se trata de un mecanismo similar a un marcapasos que estimula a nivel cervical el nervio vago izquierdo. Se han instalado más de 50.000 dispositivos en todo el mundo. Su indicación es en epilepsia refractaria y se consigue una reducción del 40% de las crisis, con un 5% de pacientes libres de ataques.
Los pacientes con epilepsia pueden hacer una vida normal
Es importante no estigmatizar esta patología. Tanto la actividad física, el deporte, las emociones, la actividad intelectual y las relaciones sexuales no tienen por qué influir en el control de la epilepsia. Los pacientes con crisis epilépticas pueden conducir cuando lleven por lo menos un año sin sufrir ningún episodio.
Dr. Juan Carlos García Moncó
Especialista en Neurología de IMQ