Por diversas circunstancias, las mujeres han venido variando su ritmo de vida y, en ocasiones, ello les obligar a posponer el embarazo hasta una edad tardía. En otras situaciones, se trata de una decisión meditada para priorizar su carrera profesional, buscar una mayor estabilidad económica o también por no tener pareja. Lo cierto es que hace poco más de una década las gestantes de edad eran casos excepcionales, pero en los últimos años la incidencia se ha multiplicado por 10.
Embarazo con 40 años o más
Los especialistas consideran edad materna avanzada si se da a luz con 40 años o más. En el futuro, las embarazadas con estas edades serán mucho más frecuentes, por lo que urge elaborar protocolos específicos para estas mujeres ya que muchas de ellas no son conscientes de todas las consecuencias del retraso de la maternidad y se les debe informar que, biológicamente, la mejor edad para tener hijos se sitúa entre los 20 y los 35 años.
Dentro de las complicaciones más comunes, cabe distinguir entre las que son previas al embarazo, la que se producen durante la gestación o con posterioridad a él. Es conveniente señalar que la fertilidad comienza a decaer a partir de los 32 años y esa caída todavía más acusada a partir de los 37 años. Además, en mujeres con estas edades hay un aumento de enfermedades preexistentes como, por ejemplo, diabetes, hipertensión, enfermedades autoinmunes, miomas y obesidad.
La mayoría de las mujeres podrán tener partos normales, pero hay más riesgo de cesárea y de parto instrumental. También existe peligro de abortos espontáneos durante la gestación, embarazos extrauterinos o múltiples, parto prematuro o que haya malformaciones congénitas (sobre todo cardíacas) e incremento de anomalías cromosómicas, muerte fetal anteparto e incluso mortalidad materna. Aunque en nuestro medio el índice de mortalidad materna es muy bajo, el riesgo es 5-10 veces mayor que a la edad de 25-29 años, sobre todo debido a trastornos hipertensivos, tromboembólicos y hemorrágicos.
Mucho control
Por todo ello, es muy importante el control previo y el seguimiento durante el embarazo para vigilar las enfermedades preexistentes y disminuir el riesgo de aborto.
En algunos casos es además necesario recurrir a la donación de óvulos y se debe ofrecer a estas mujeres las técnicas de cribado y de diagnóstico prenatal disponibles en cada momento para identificar posibles anomalías cromosómicas.
Si hay alto de riesgo de preeclampsia –hipertensión durante el embarazo– es necesario tomar medidas preventivas con medicación específica. Por otro lado, hay que descartar la diabetes gestacional en el primer y segundo trimestre y, a veces, también en el tercero.
El riesgo de muerte fetal en mujeres de 40 a 44 años a las 39 semanas de gestación es comparable al de las de 25 a 29 años a las 42 semanas. Dependiendo de los factores de riesgo añadidos, se deben ofrecer pruebas de bienestar anteparto desde la semana 37 y la inducción del parto en la semana 39.
La clave: la consulta preconcepcional
En cualquier caso, para empezar el embarazo en las mejores condiciones posibles, es imprescindible acudir a una consulta preconcepcional. Ésta es fundamental para identificar factores de riesgo y poder prevenir posibles complicaciones. Es necesario controlar enfermedades preexistentes o enfermedades autoinmunes (lupus) y fomentar hábitos saludables como suprimir el tabaco y el alcohol. También llevar una dieta equilibrada y hacer ejercicio físico regularmente.
Es muy importante, además, empezar el embarazo con un peso adecuado ya que la obesidad (IMC>30) puede provocar graves complicaciones. Hay que prevenir enfermedades infecciosas que puedan afectar al feto (vacunas de rubeola, de varicela, de hepatitis B) y dar suplementos de ácido fólico antes del embarazo para prevenir defectos del tubo
Jenaro Oraa
Especialista en Ginecología y Obstetricia en IMQ