Especialista en Medicina General en IMQ
Las deficiencias nutricionales ocurren cuando la dieta contiene unos niveles de nutrientes por debajo de lo que necesita el organismo o cuando, como consecuencia de alguna enfermedad, se pierde una parte de ellos. Aun así, es algo poco habitual en nuestro entorno porque lo que predomina es justo lo contrario.
En Euskadi las deficiencias que se detectan son por falta de micronutrientes –vitaminas y minerales, los más habituales hierro, vitamina D y yodo–, aunque no llega al 10% el porcentaje de población afectada. No obstante, en ocasiones, puede provocar trastornos graves que merece la pena conocer.
Hay que partir de la premisa de que comer no significa nutrirse bien. La forma correcta de hacerlo implica seguir una dieta variada acompañada de hábitos de vida saludables, como dormir suficiente, hacer ejercicio físico o tomar el sol. Es cierto que las deficiencias nutricionales están disminuyendo en nuestro entorno debido a un diagnóstico más precoz, campañas institucionales en favor de un estilo de vida más saludable, promoción de la lactancia materna, aporte de yodo en mujeres embarazadas, así como un mayor nivel social de conocimiento y educación socioanitaria.
Aun así, se debe matizar que cualquier persona puede sufrirlo, sobre todo en aquellas etapas de la vida en las cuales las necesidades de nutrientes aumentan, como el embarazo, la lactancia, el crecimiento… Por ejemplo, el hipotiroidismo –falta de yodo– es más frecuente en mujeres que en hombres, sobre todo en el embarazo, después del parto y en la premenopausia. La anemia por falta de hierro se da también más en mujeres en edad fértil por la pérdida excesiva de sangre durante la menstruación.
Los síntomas iniciales de las deficiencias nutricionales son muchos y extraordinariamente variados desde irritabilidad, falta de concentración, pérdida de memoria o insomnio hasta acné, manchas en lazpiel, palidez, dolor de cabeza o calambres en las piernas. Por tanto, conviene acudir al especialista cuando exista una sintomatología importante.
El diagnóstico está basado en una adecuada historia clínica, una exploración y pruebas complementarias como una analítica de sangre y orina.
En cuanto a los tratamientos, varían en función del déficit de nutrientes.
En las anemias por falta de hierro se debe intentar averiguar y eliminar la causa antes de recetar un suplemento de hierro. De hecho, este aporte extra es sólo un parche temporal que no solucionará el problema.
Falta de vitamina D
En los casos de deficiencia de vitamina D se recomienda la exposición al sol durante 10 ó 15 minutos tres veces por semana, añadiendo alimentación rica en pescados grasos y productos enriquecidos, como es el caso de muchos cereales que se pueden encontrar en los supermercados.
Debido al desconocimiento existente, a veces no se da a este problema la importancia que tiene con la consiguiente cronificación de un proceso que, si no se trata a tiempo, puede llegar a generar consecuencias graves. Como ejemplo, una deficiencia de vitamina D en un niño no detectada a tiempo puede producir raquitismo, una patología en la que los huesos no se desarrollan bien. En los adultos, por su parte, un nivel bajo de esta vitamina provocará osteomalacia o desmineralización ósea, con un aumento del riesgo de padecer fracturas. Su efecto no se centra, además, únicamente en los huesos. La vitamina D activa el sistema inmunológico, así que un menor aporte al organismo puede conllevar una mayor probabilidad de que aparezcan enfermedades ligadas a la disminución de las defensas, como el cáncer.