Para definir en qué consiste el diagnóstico por imagen se podría decir que es un término que agrupa las diferentes técnicas de visualización de las estructuras anatómicas del organismo, bien estén sanas o reflejen algún tipo de anomalía. Además, y cada vez con mayor frecuencia, se utilizan como guía para obtener muestras de tejidos o realizar determinados tratamientos
mínimamente invasivos.
Las especialidades incluidas dentro del diagnóstico por imagen son el radiodiagnóstico y la medicina nuclear, aunque algunas de ellas son también utilizadas por otros especialistas en la atención a sus pacientes. Por concretar, el radiodiagnóstico abarca gran parte de estas pruebas de imagen como la radiología convencional, la mamografía, la ecografía, la tomografía axial computarizada (TAC), la resonancia magnética y la radiología intervencionista, desempeñando un papel clave en la medicina actual.
De hecho, el cribado, el diagnóstico, la planificación de tratamientos y el seguimiento posterior de gran número de patologías dependen en gran medida del diagnóstico por imagen. Buena muestra de ello es, por ejemplo, la ecografía que por su inocuidad, accesibilidad y capacidad resolutiva es cada vez más utilizada. Por su parte, la resonancia magnética, hasta hace poco enfocada únicamente al estudio del cerebro y del sistema osteomuscular (de los huesos y músculos), incorpora cada vez más campos hasta el punto de que hoy en día son habituales los estudios de abdomen, próstata, corazón…
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Diagnóstico por imagen: la revolución del TAC
Quizás una de las técnicas de imagen de mayor expansión y desarrollo en los últimos años haya sido el TAC. También denominado escáner, obtiene imágenes del interior de nuestro cuerpo utilizando rayos X; el área a explorar del paciente atraviesa un anillo, o ‘gantry’, en el que se encuentran girando a gran velocidad el tubo de rayos X y miles de detectores dispuestos en filas paralelas que recogen la información de cada órgano ofreciendo imágenes
con resolución submilimétrica.
Los equipos de escáner han evolucionado con gran celeridad desde los primeros instalados en nuestro entorno en la década de los 80, secuenciales y de una sola fila de detectores que tardaban varios minutos en obtener 20 o 30 imágenes separadas entre sí, hasta los actuales helicoidales y con múltiples filas de detectores (hasta 320), con los que en tres o cuatro segundos se adquieren cientos de cortes del cuerpo que podemos visualizar de forma tridimensional.
La rapidez, resolución espacial y la gran cobertura anatómica que aporta esta tecnología hace que sean innumerables sus aplicaciones clínicas y las regiones exploradas mediante TAC: cabeza, cuello, tórax, abdomen, huesos… y por ello también el número de exploraciones anuales ha ido aumentado de forma ininterrumpida.
Por último, teniendo en cuenta el gran número de escáneres que se realizan y que utilizan rayos X potencialmente perjudiciales, ha habido en los últimos tiempos una paulatina concienciación de los profesionales sanitarios y de la población para la optimización de su uso y también de la industria, que ha centrado su desarrollo en técnicas de control y reducción de las dosis de radiación. Por tanto, la valiosa información que se obtiene de cada exploración tiene que estar debidamente indicada y justificada según el caso clínico, edad y disponibilidad de otras técnicas que no utilicen radiaciones ionizantes.
Dr. Iñigo Lecumberri
Especialista en Radiología de IMQ