De unos años a esta parte, tenemos la suerte de disponer de más información y herramientas para entender cómo funcionan y detectar distintos tipos de alergias e intolerancias. Sin embargo, aunque nunca se puede hablar de exceso de información, parece que cierta sobreinformación ha dado lugar a cierta desinformación. La consecuencia es que muchas veces tendemos a hablar indistintamente de alergia e intolerancia para referirnos a lo mismo cuando, en realidad, son afecciones muy diferentes, sobre todo en cuanto a sus consecuencias. Digamos que oímos campanas pero no sabemos muy bien por dónde suenan.
En el siguiente artículo vamos a intentar “poner un poco de orden”, explicar qué es cada cosa y evitar así errores que muchas veces nos llevan incluso al auto-diagnóstico, una práctica que siempre debemos desechar. Los diagnósticos solamente los pueden dar los y las especialistas.
Confundimos la alergia con la intolerancia especialmente a la hora de hablar de comida. Hay muchos mitos entorno a la alimentación, y mezclar alergias e intolerancias es uno de los más comunes últimamente.
¿Qué es una alergia?
Una alergia es una reacción de nuestro sistema inmunológico a determinado elemento o sustancia que en los demás no provoca ese tipo de respuesta.
Normalmente nuestro sistema inmunológico nos sirve para defender nuestro cuerpo de los gérmenes. Lo que sucede en el caso de las alergias es que se confunde y cree que son nocivos elementos que no lo son.
Existen varios tipos de alergia y tratamientos según los mismos, así como también hay diferentes grados en la manera en que nos afectan. Podemos sufrir una reacción alérgica de manera puntual, temporal o para toda la vida, y las afecciones pueden ser desde leves a muy graves. Se denomina anafilaxia a la reacción alérgica grave, que incluso puede causar la muerte si no se trata a tiempo.
Los síntomas de la alergia son variados, van del picor, urticaria o erupciones cutáneas al asma pasando por la hinchazón de alguna parte del cuerpo, la mucosidad nasal, vómitos o diarrea, entre otros.
Las reacciones alérgicas pueden ser de varios tipos. Hay reacciones alérgicas inmediatas o retardadas, y los síntomas que provocan son diferentes.
Si nos centramos en la alergia alimentaria, la reacción alérgica se desencadena por la producción de un anticuerpo especifico tipo IgE frente a ese alimento por parte de nuestro sistema inmunológico, y al ingerir el alimento, se produce una reacción, habitualmente rápida, en el plazo de 2 horas, que puede ser desde un picor en la boca, una urticaria con o sin hinchazón de determinadas partes del cuerpo, vómitos, diarrea, dolor abdominal, y que si es más grave puede afectar al aparato respiratorio provocando el cierre de la vía aérea. El caso más grave es lo que denominamos un shock anafiláctico, que puede provocar la muerte del individuo por afectación del aparato respiratorio y cardiovascular.
El diagnostico de las enfermedades alérgicas se realiza mediante pruebas cutáneas y análisis de sangre y los alimentos implicados más frecuentemente son leche, huevos, frutos secos, frutas, legumbres, pescado y marisco, aunque puede dar alergia cualquier alimento.
Las personas diagnosticadas de alergia alimentaria y que hayan sufrido reacciones graves, deben de evitar la ingesta de dicho alimento y además deben llevar autoinyectores de adrenalina, que es el fármaco de elección cuando se produce una reacción alérgica grave.
¿Qué es la intolerancia?
Cuando hablamos de intolerancias, nos referimos principalmente a la intolerancia alimentaria, aunque también puede haberlas hacia algunos medicamentos u otras sustancias. En el caso de las intolerancias alimentarias, tanto el mecanismo por el que se producen, como los síntomas que provocan, son diferentes a las reacciones alérgicas.
En general, las intolerancias alimentarias están provocadas por una alteración a nivel del aparato digestivo, y son consecuencia o bien por deficiencia de algunos enzimas necesarios para la digestión (p.e el deficit de lactasa provoca la intolerancia a la lactosa) o bien por un problema de tolerancia a ciertas proteínas del alimento. Por ejemplo, la intolerancia al gluten, provoca que no se puedan digerir los alimentos que contienen gluten, y esto es lo que llamamos la enfermedad celiaca.
Hay que diferenciar entre las intolerancias metabólicas y las no específicas. En el primer caso es nuestro organismo el que no “tolera” el alimento, mientras que en el segundo supuesto es el alimento –porque esté en malas condiciones o por el motivo que sea, no siempre es fácil saber por qué- el que nos produce la intolerancia.
En el caso de las intolerancias metabólicas, digamos que hay algún déficit en nuestro organismo que nos impide digerir bien un alimento. La falta de lactasa en el intestino delgado es la causa de la intolerancia a la lactosa, puesto que es esa enzima la que se encarga de su descomposición.
Los síntomas que provocan son diferentes a los de la alergia alimentaria, ya que en el caso de las intolerancias alimentarias estos síntomas se suelen limitar al aparato digestivo como vómitos, diarrea, digestiones pesadas, hinchazón y dolor abdominal, y si la intolerancia es importante, pérdida de peso y afectación del estado general. También pueden producirse reacciones en la piel, dolores de cabeza o en las articulaciones, problemas respiratorios e incluso alteraciones psicológicas, desde el “aplatanamiento” a la hiperactividad (sobre todo en la infancia).
Principales diferencias entre alergia e intolerancia
Debido a que muchos de los síntomas de la alergia a los alimentos y los de la intolerancia alimentaria pueden coincidir, es común confundir estas dos afecciones.
Sin embargo, como hemos visto, las reacciones que nos provocan tienen su origen en lugares distintos de nuestro cuerpo y sus efectos también son diferentes, aunque no lo parezca.
Es muy importante contar con un diagnóstico correcto, puesto que el tratamiento de la alergia y la intolerancia es diferente.
Para diagnosticar las alergias se emplean varios procedimientos, dependiendo del tipo y grado de reacción alérgica que se produzca en quien la padece, y también hay una gran variedad de medicamentos y tratamientos disponibles.
En el caso de las intolerancias alimentarias, sin embargo, normalmente se hacen pruebas específicas relacionadas con el alimento que se cree que causa la intolerancia y si se produce se intenta averiguar por qué, si realmente hay un déficit en nuestro metabolismo que hace que no asimilemos bien o es por otra causa.
En este caso solo tenemos pruebas concluyentes para la intolerancia a la lactosa y la intolerancia al gluten. Existen diferentes test que evalúan la cantidad de anticuerpos tipo IgG, para el diagnóstico de intolerancias alimentarias, pero debido a la falta de pruebas que respalden su uso, muchas organizaciones, incluso la Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología, la Asociación Canadiense de Alergia e Inmunología Clínica y la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica se han expresado en contra del uso de las evaluaciones de IgG para determinar alergias alimentarias o intolerancias/sensibilidades alimentarias.
Aunque las intolerancias son más complejas y pueden resultar muy difíciles de diagnosticar, las alergias son más peligrosas. Un alimento nos puede causar una reacción alérgica leve en una ocasión, pero si realmente somos alérgicos al mismo, la siguiente vez que nos provoque una reacción puede ser mortal. En las intolerancias, sin embargo, podemos sufrir molestias que incluso nos impidan llevar una vida normal, pero no tienen la misma gravedad.
La mejor manera de que una persona que es intolerante a un alimento no sufra por ello es dejar de consumirlo, aunque seguramente si lo hace en poca cantidad o junto con algún medicamento que compense el déficit que no le permite digerirlo bien, no tendrá mucho problema. Si se trata de una alergia a un alimento, directamente no se puede consumir.
Para terminar, usaremos un par de ejemplos que esperamos sirvan para ilustrar o entender mejor la diferencia entre una alergia y una intolerancia alimentaria:
Hay gente que no procesa bien un tipo de azúcar que se llama fructosa y que está presente en la miel y en muchas frutas. Estas personas tienen una intolerancia a la fructosa y, por ello, no comen o evitan comer fruta. Sin embargo, hay gente que es alérgica al plátano, por lo que pueden comer manzanas, uvas u otros tipos de fruta, pero si probasen el plátano, aunque fuera en pequeñas cantidades, pondrían en peligro su vida.
Alrededor de entre el 2% y el 3% de los niños y niñas tienen alergia a la leche en los primeros años de vida y, aunque en muchos casos se acaba superando, es de vital importancia identificarla como tal. La intolerancia a la lactosa produce molestias pero no supone una amenaza de muerte, se puede vivir perfectamente con esta condición.
Dr. Miguel Herrerías Peña
Especialista en Alergología del Centro Médico IMQ Colón