La disfagia es la dificultad para tragar. La deglución es un proceso neuromuscular complejo, que requiere una coordinación muy precisa para permitir la progresión del bolo alimenticio desde la boca al estómago. Se trata, por tanto, de un trastorno en la ingesta de alimentos sólidos, semisólidos o líquidos por una deficiencia en cualquiera de las etapas de la deglución.
Se estima que la proporción de personas mayores de 65 años de edad con disfagia está entre el 7 y el 22%, alcanzando al 15% de los mayores en el domicilio y al 40% de los mayores institucionalizados —afectados en mayor frecuencia por enfermedades neurodegenerativas, como demencia y enfermedad de Parkinson, que condicionan un aumento del riesgo de padecer disfagia (50%).
Por tanto, la disfagia es tan frecuente en la persona mayor, que se ha postulado como un gran síndrome geriátrico. Se considera que está infradiagnosticada en la actualidad; por ello, es importante identificarla precozmente, ya que puede causar diversos problemas e, incluso, la muerte.
Señales de alarma en la disfagia
Lo más significativo para la identificación temprana de la disfagia es la observación directa. Por lo que los signos más sugestivos de la disfagia son:
- Tos, antes, entre o después de la deglución de líquidos
- Voz húmeda tras la ingesta
- Aumento del tiempo necesario para tragar
- Dificultad en el manejo de las secreciones respiratorias
- Tiempo elevado de masticación
- Retención de alimento en la cavidad oral
- Atragantamiento
- Infecciones respiratorias de repetición sin patología respiratoria previa (asma, bronquitis crónica…)
En el caso de presencia de algunos de estos síntomas, dada la elevada sospecha, se debe poner en conocimiento de un profesional sanitario para valoración diagnóstica.
Tratamiento de la disfagia
En el caso de la disfagia orofaríngea (más prevalente entre la población mayor o con enfermedades neurodegenerativas), las dificultades se relacionan con la ingesta de líquidos, por lo que se precisa una modificación de la viscosidad del bolo alimenticio (uso de espesante alimentario basado en almidón o goma xantana), una ralentización de los tiempos de alimentación e hidratación, una correcta higiene postural en el caso de precisarlo (pacientes con hemiparesia, hiperextensión del cuello…) y la inclusión en su dieta habitual de alimentos seguros a la hora de deglutir.
La texturización de los alimentos consiste en adaptar la consistencia del alimento a las necesidades de la persona con disfagia. Así, se puede referir tanto a espesar los líquidos, como a triturar los sólidos. La texturización permite una amplia variedad y creatividad gastronómica, aunando su componente terapéutico con el sensorial y nutricional.
El abordaje de la disfagia implica a familiares y cuidadores en una actuación conjunta y multidisciplinar, con el objetivo de mejorar el estado nutricional y disminuir la morbimortalidad por alteraciones de la seguridad de la deglución, como por ejemplo, a causa de atragantamientos o aspiraciones bronquiales.
Alimentos a evitar en personas con disfagia
- Dobles texturas (sopas, leche con galletas remojadas, etcétera).
- Alimentos pegajosos o resbaladizos que se pueden dispersar en la boca (pan de molde, legumbres y otros).
- Alimentos que desprenden agua al morderse (cítricos, sandía, melón, piña…).
- Alimentos que puedan fundirse de sólido a líquido en la boca (gelatinas industriales,
chocolate, etc.). - Alimentos fibrosos, crujientes, duros y secos (frutos secos, pan tostado y otros).
- Alimentos con espinas o huesos pequeños (tamizarlos si es posible).
Complicaciones de la disfagia
La disfagia puede desencadenar complicaciones como la desnutrición, deshidratación, pérdida involuntaria de peso, obstrucción de la vía aérea y neumonía por aspiración (paso de contenido de vía oral a vía respiratoria).
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