Según datos de la Sociedad Española del Dolor, un 12% de la población lo padece y de este porcentaje, un tercio convive con él de forma continua, es decir, las 24 horas. Viendo estos datos generales, no es raro entender que uno de cada cinco pierda el trabajo, el mismo porcentaje reconozca haber caído en una depresión e incluso que uno de cada seis desvele que es tan importante que prefiere morir.
En la Unidad del Dolor de la Clínica IMQ Zorrotzaurre, dos de cada tres pacientes acuden por molestias de espalda, fundamentalmente de origen lumbar, y en menor proporción torácicas o cervicales. El tercio restante llega aquejado de dolor de hombro refractario a tratamiento rehabilitador, de huesos y músculos, neuralgias, cefaleas o el llamado síndrome de dolor regional complejo, un trastorno que puede ocurrir en personas predispuestas tras una lesión (o sin lesión incluso) en un área determinada de brazos o piernas. Los pacientes con molestias de origen oncológico no superan el 1 o 2% de los atendidos en la unidad.
Tratamientos contra el dolor crónico
El dolor crónico que aparece en mayores de 65 años –el grupo más numeroso, con mayor frecuencia en mujeres– se debe habitualmente al desgaste de las articulaciones. En este sentido, se aconseja acudir a consulta cuando se padezca dolor durante varios meses, que no cede con la administración de fármacos y que está suficientemente estudiado para descartar que la persona sufre una patología que necesite un tratamiento específico. El especialista en dolor realizará una adecuada historia clínica de esa sensación molesta, ya que es fundamental saber lo que siente, por dónde y en qué situaciones, porque su trabajo se centrará precisamente en aliviar el dolor en esos casos y recuperar el máximo de normalidad de su vida (sueño, trabajo, movilidad, vida social y familiar).
Las técnicas que se utilizan con más frecuencia son los bloqueos nerviosos con fármacos o con radiofrecuencia sobre distintas estructuras nerviosas, principalmente de la columna vertebral. También los tratamientos tópicos en dolores localizados o las infusiones endovenosas de fármacos en aquellos que son generalizados. Otras alternativas serían el implante de bombas programables para infusión intratecal –en el espacio que rodea la médula espinal– de medicamentos y, lo más avanzado en neuromodulación, que son las últimas generaciones de neuroestimuladores (centrales o periféricos) , con los que en determinados tipos de dolor y tras una fase de prueba positiva se puede obtener un alivio superior al 50%. Estos son sistemas de muy alto coste pero de una eficacia, si la indicación es la correcta, muy elevada.