Especialista en Pediatría del centro médico IMQ Barakaldo
El nacimiento de un/a peque enfrenta a los padres a una etapa nueva, desconocida, llena de incertidumbres y dudas. Ya desde antes del nacimiento, el niño sano presenta constantes cambios que afectan a su crecimiento, a su alimentación, a su desarrollo y socialización; la maduración de funciones como la vista, la audición, la adquisición del lenguaje, o la capacidad de relacionarse con el entorno y los demás niños y niñas. Por ello, en ocasiones surgen cuestiones sobre las enfermedades en la infancia.
Muchas de estas situaciones se mueven dentro de unos amplios márgenes de normalidad, pero, a veces, también surgen dudas sobre cuándo es necesaria una consulta con el pediatra.
La exposición a gérmenes y el padecimiento de enfermedades infecciosas en la primera infancia, es el principal motivo de consulta en Pediatría y hemos de tener claro que un niño/a ha de adquirir inmunidad propia frente a los agentes infecciosos de nuestro entorno. Esta inmunidad propia solo se puede conseguir de dos maneras: o los niños y niñas son vacunados frente a aquellas enfermedades infecciosas contra las que podemos vacunarles, o mediante la continua exposición a los agentes infecciosos durante las primeras etapas de su vida y la propia generación de inmunidad.
La primera opción se considera una actividad preventiva prioritaria en Pediatría. Mientras que la segunda hay que entenderla como una etapa normal por la que es necesario pasar. Por otro lado, también tenemos que saber distinguir situaciones que, dentro de este entorno, pudieran precisar una evaluación pediátrica.
Cólicos del lactante: llanto inconsolable
Los cólicos del lactante son muy frecuentes, llegando a afectar a tres o cuatro pequeños de cada diez. En la práctica, se diagnostica por la presencia de crisis de llanto inconsolable e intenso que a menudo se produce por la tarde y que se asocia a otros síntomas. Entre ellos destacan un abdomen hinchado, movimientos de flexión de las piernas sobre el abdomen, puños apretados, arqueamiento de la espalda y enrojecimiento cutáneo con el llanto.
Se trata siempre de niños/as menores de tres meses, por lo demás sanos. Con frecuencia, estos síntomas comienzan tras la toma y suelen empeorar a lo largo de la jornada. Aunque son de predominio vespertino existe gran variabilidad de franjas en las que se pueden dar y también pueden cambiar de un día a otro. Los especialistas recomiendan que el bebé sea evaluado por un médico cualificado para descartar otros diagnósticos ya que el llanto excesivo e incontrolable también puede significar que existan otras patologías que deben ser investigadas con premura.
El inicio de los cólicos del lactante se sitúa entre las 2-4 semanas de vida y se puede deber a múltiples factores. A pesar del gran número de trabajos que existen al respecto, su causa es aún desconocida. Un balón de oxígeno para estos progenitores es saber que este tipo de cólicos tienden a resolverse espontáneamente alrededor de los tres o cuatro meses de vida.
Anginas y vegetaciones
Las anginas y vegetaciones son procesos infecciosos e inflamatorios de las amígdalas del paladar y de la faringe respectivamente. Se trata de patologías relativamente frecuentes en edades comprendidas entre 6 meses y 15 años, siendo en los lugares más húmedos y fríos donde tienen una mayor incidencia, con una afección de hasta un 20% en menores de 6 años. El número de casos detectados en los últimos años ha disminuido, sin embargo, dado que existen mejores métodos diagnósticos y de tratamiento, así como un mayor conocimiento de este tipo de enfermedades por parte de la población y más concienciación para evitar contagios.
Habitualmente se recomienda operar cuando se tienen más de seis episodios infecciosos al año, más de ocho en dos años o cuando son demasiado grandes y producen problemas respiratorios, como apneas del sueño, respiración bucal y no nasal, o si ocasionan patologías en los oídos como otitis serosas u otitis agudas de repetición. Por tanto, hay que estar atentos cuando los niños no oyen bien, tienen retrasos en el lenguaje, hacen apneas respiratorias mientras duermen, tienen dificultades para comer, fiebre mayor de 38 grados, los ganglios del cuello hinchados o pus en la parte posterior de la garganta.
Actualmente, sobre todo cuando los problemas son obstructivos, la radiofrecuencia y la endoscopia son las técnicas quirúrgicas que más se utilizan para reducir su tamaño, ya que producen un menor dolor y menos complicaciones postoperatorias. Por otra parte, en los casos de anginas de repetición o vegetaciones más graves, se recomiendan otras técnicas más convencionales como la extirpación de las amígdalas.
No obstante, conviene señalar que no en todos los casos se necesita pasar por el quirófano; muchos de los problemas infecciosos se pueden resolver con un correcto tratamiento antibiótico. Eso sí, es importante un diagnóstico a tiempo ya que la ausencia de un tratamiento adecuado puede causar a largo plazo problemas renales, cardíacos, auditivos, trastornos dentarios y paladar ojival.
Durante la convalecencia, los síntomas se pueden aliviar haciendo gárgaras con suero fisiológico o povidona yodada, bebiendo líquidos fríos y tomando bebidas y purés suaves y tibios.
Varicela
La varicela es una enfermedad común a nivel mundial causada por el virus Varicela-Zoster. Un 90% de la población la padece antes de los 15 años de edad y es altamente contagiosa. Esta trasmisión se realiza por contacto persona a persona, ya sea por el líquido de las vesículas o por contacto con secreciones respiratorias. Hay riesgo de contagio desde 1 o 2 días antes de la aparición de la erupción hasta 4 o 5 días después. Es, en general, una enfermedad benigna propia de la infancia, con escasas, aunque posibles, complicaciones.
Puede manifestarse inicialmente con fiebre, malestar general y/o dolores de cabeza, que pueden aparecer hasta dos días antes del exantema en la piel. La varicela se caracteriza por una erupción de vesículas que suele comenzar en la cabeza, extendiéndose a la cara y el tronco en pocas horas y posteriormente al resto del cuerpo. Aunque no es frecuente, estas erupciones pueden llegar a aparecer en mucosas. El número de éstas varía de un paciente a otros siendo de unas decenas hasta centenares. Las lesiones se acompañan muy frecuentemente de picor.
Después de esta fase inicial la fiebre puede estar presente 2 o 3 días. Al cuarto día el número de lesiones se estabiliza y aparece costra donde antes había una vesícula. A partir del sexto o séptimo días el niño deja de ser contagioso, pero las costras aún tardarán unos días más en desaparecer. Una vez el niño haya pasado la varicela será inmune a ella. Inevitablemente algunos virus quedan acantonados en células del sistema nervioso. En algunas personas, después de años, estos virus pueden reactivarse dando origen a un cuadro de herpes zoster.
No hay un tratamiento específico para esta patología y debemos mitigar los síntomas al máximo. Debe evitarse tratar la fiebre con aspirina por el riesgo de una grave complicación llamada síndrome de Reye. Para el control de la fiebre se prefiere el uso de paracetamol. Por otro lado, buscaremos minimizar el picor para conseguir mayor descanso y evitar el rascado. Se recomienda buena hidratación de la piel, lociones de calamina, ambiente fresco y ropa holgada. Mantener higiene y cuidado de las uñas.
Fiebre infantil
A la hora de encarar los episodios de fiebre en los y las más peques lo que los pediatras debemos enseñar a los padres es a convivir con ella, no a luchar contra ella. Quitar la etiqueta de que la fiebre infantil es de por sí peligrosa y hacer ver a los progenitores que es al revés, puede ser beneficiosa. No hay que olvidar que el organismo necesita elevar su temperatura para combatir mejor las infecciones. No existe ninguna razón científica para bajar la fiebre alta a un niño/a, ni le va a pasar nada, aunque tenga 40 grados. Eso sí, probablemente se encuentre mal con esa temperatura.
Así pues, el objetivo final no debe ser bajar la fiebre porque sí, sino mejorar el estado general del niño o niña enfermo. Habrá veces que no haya que medicarle porque con 39 está saltando y corriendo, y en otras que con 37,5 se encuentre mal y haya que darle algo. Tanto el ibuprofeno (Dalsy®, Neobrufén®, Algiasdín®, Cusialgil®) como el paracetamol (Apiretal®, Termalgil®, Gelocatil®, Febrectal®) son eficaces ante episodios de fiebre alta.
La rapidez con la que bajan la temperatura corporal es parecida: efecto máximo en hora y media, son igual de potentes y la duración del efecto es similar. El ibuprofeno es más dulce, pero requiere una mayor cantidad y no debe emplearse en bebés de menos de tres meses. En cualquier caso, más importante que la fiebre es cómo se encuentre el niño. Si le baja bien con el antitérmico, mejora su estado general y el efecto le dura 6 horas, casi seguro que no le pasa nada importante.
Problemas visuales
La visión es un sentido que, tras el nacimiento, no está completamente desarrollado, por lo que un correcto control durante la infancia es más que recomendable para prevenir y controlar problemas visuales. Desde el nacimiento, lentamente se va desarrollando la visión, que alcanza un 60% a los 4 años y llega definitivamente al 100% hacia los 8 o 9 años.
Durante los primeros doce meses, uno de los principales motivos de consulta es el lagrimeo, debido en la mayor parte de los casos a un mal funcionamiento de la vía lagrimal. Si un bebé presenta la pupila blanca o desvía los ojos a partir de los 6 meses es motivo de revisión preferente.
Durante el crecimiento, las patologías más importantes son el estrabismo (alteración en la alineación de los ojos) y los errores refractivos, es decir, el exceso de hipermetropía —defecto en el enfoque que generalmente se manifiesta con una visión borrosa de cerca— y el astigmatismo (visión distorsionada a cualquier distancia) en uno o ambos ojos. La miopía (visión deficiente de lejos) suele aparecer en la adolescencia o preadolescencia, pero también puede hacerlo en los primeros años, lo que obliga a utilizar gafas y, en ocasiones, lentes de contacto. La hipermetropía es la percepción borrosa de los objetos cercanos.
No adoptar medidas correctoras puede derivar en ojo vago (ambliopía), que es una agudeza visual por debajo de lo esperable para la edad y que, si se queda sin tratar, se convertirá en crónica. Esta afección se suele abordar con la colocación de un parche sobre el ojo dominante. En algunas ocasiones estos problemas refractivos provocan dolores de cabeza, dificultades de lectura y escritura o mal rendimiento escolar y, en otras, conducen a un estrabismo, que en ocasiones precisa de intervención quirúrgica para su corrección.
Dermatitis atópica
La dermatitis atópica es la enfermedad inflamatoria más frecuente de la piel y afecta a uno de cada cinco niños y niñas. Consiste en la aparición de lesiones eccematosas cutáneas asociadas a intenso picor. La dermatitis atópica es crónica y no contagiosa, los eccemas surgen en brotes desencadenados por múltiples circunstancias, con épocas de mejoría que suelen coincidir con el verano. Es una patología que predomina en la infancia —aproximadamente el 20% de los niños/as la padecen— y mejora con el paso de los años, aunque en un 7% de las y los adultos continúan los problemas.
La dermatitis atópica suele aparecer entre los 4 meses y los 5 años de edad y mantenerse hasta la adolescencia. Las posibilidades de sufrirla aumentan si hay otros familiares que la padecen, ya que el 60% tienen un pariente directo afectado. En estos casos de origen genético, se han identificado varias mutaciones que afectan a la estructura de la piel, haciendo que ésta no funcione correctamente como barrera protectora frente a los microorganismos.
En otras ocasiones, existe una herencia del estado atópico (la forma que tienen ciertas personas de reaccionar excesivamente ante sustancias o estímulos ambientales), pero en cada miembro de la familia puede manifestarse de diferente manera: con rinoconjuntivitis alérgica (lagrimeo y estornudos), asma o con dermatitis atópica. Además, una misma persona, a lo largo de su vida, puede tener diferentes manifestaciones de atopia.
Para combatir la dermatitis es clave restaurar la piel manteniéndola hidratada, tratar las lesiones con antiinflamatorios y controlar el picor mediante los antihistamínicos que indique el especialista. Si no se mejoran las tres cosas, el paciente podría llegar a requerir antibióticos orales e incluso atención hospitalaria.