Psicóloga y coordinadora de Unidad de Día de Trastornos de Alimentación en IMQ AMSA
La inactividad física y las preocupaciones derivadas de la incertidumbre que vivimos estos días pueden generar momentos de frustración o estrés. Frente a estas situaciones, es habitual que surja un deseo de comer que no está ligado al hambre, sino a una emoción (una forma de paliar la ansiedad). A veces, es el puro aburrimiento el que nos hace ir a buscar algo a la nevera. Pero comer de manera compulsiva es muy desaconsejable, ya que no solo se resentirá nuestra salud física, hará que nos sintamos peor también a nivel emocional. Sin ser demasiado exigentes en esta situación excepcional, te explicamos algunas recomendaciones para mantener a raya el impulso de comer sin hambre y sustituirlo por hábitos más saludables.
Por qué comemos cuando tenemos ansiedad
Comer es una reacción habitual frente a sentimientos negativos como la preocupación o la tristeza, y en esos momentos, lo que nos pide el cerebro son precisamente los alimentos menos saludables. Raramente nos apetecerá una pieza de fruta o un yogur, sino más bien productos ultraprocesados como patatas fritas, bollería o embutidos. La explicación es que comer genera un sistema de recompensa inmediato en el cerebro que nos hace sentir bien, especialmente si se trata de alimentos con alto contenido en azúcar, grasas saturadas y potenciadores de sabor.
Pero ese efecto instantáneo desaparece muy rápidamente, dando paso a sensaciones más desagradables, de empacho y a veces también de culpa, mientras que los sentimientos de ansiedad siguen ahí. Además, una dieta alta en azúcares, bebidas estimulantes y grasas saturadas, a medio-largo plazo, alterará negativamente nuestro estado de ánimo. Frente a ello, podemos buscar otro tipo de estrategias que también activen nuestros mecanismos de bienestar y que son mucho más beneficiosas tanto para el cuerpo como para la mente.
Realiza técnicas de relajación
En momentos de estrés o ansiedad, aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Por eso, hacer ejercicios de relajación es de gran ayuda para paliar estos efectos y mejorar el estado de ánimo. Existen multitud de técnicas de relajación y puedes elegir la que mejor te funcione.
Una de las más sencillas es la respiración profunda o abdominal. Consiste en situarse en una posición cómoda, sentado o tumbado, colocando una mano encima del abdomen y otra sobre el pecho. Realizando respiraciones lentas, centramos la atención en el vientre, notando cómo se mueve al tomar y expulsar el aire, reteniendo unos segundos la respiración tras inspirar y expirar. Utilizando esta técnica, la respiración y el ritmo cardíaco se van ralentizando de forma natural.
También puedes realizar ejercicios de yoga o tai chi, que tienen numerosos beneficios para la salud y están indicados para todas las edades. Estas prácticas permiten tonificar de forma suave los músculos y mejorar la flexibilidad a la vez que aumenta la concentración, produciendo una sensación de calma y bienestar. De esta forma, reducirás la actividad de las hormonas relacionadas con el estrés y favorecerás los pensamientos positivos.
Haz ejercicio físico
El deporte es un gran aliado de la salud mental. Ayuda a sobrellevar mucho mejor las situaciones de ansiedad, mejora el funcionamiento del sistema nervioso y permite eliminar tensiones, generando una sensación de bienestar. Con solo realizar 30 minutos diarios de ejercicio aeróbico conseguiremos aumentar la salud cardiovascular y obtendremos otros beneficios como mejorar la calidad del sueño.
Busca actividades que ocupen tu mente
En lugar de ir a la nevera, distrae tu mente con algo que resulte agradable y que requiera tu atención. Puede ser leer un libro, jugar a algo con tu pareja o tus hijos o hacer una videoconferencia con amigos. Bailar, cantar o realizar actividades divertidas en grupo son una gran fuente de felicidad instantánea que te harán sentir mejor. También puedes establecer pequeños objetivos diarios relacionados con ejercitar la mente, como cursos online o hobbies manuales que producirán un efecto de bienestar duradero.
Cuida tu dieta para manejar mejor la ansiedad
Lo que comemos tiene efectos directos en cómo nos sentimos, tanto a nivel físico como emocional. Los platos basados en cereales integrales, legumbres y verduras dan sensación de saciedad, reduciendo las ganas de picar entre horas, mientras que los alimentos ricos en vitaminas ayudarán a mejorar nuestro sistema nervioso. En momentos de ansiedad, también podemos optar por sustituir los snacks por alternativas más saludables, como frutos secos, piezas de fruta o patés de legumbres.