Aunque el significado del término gastritis, literalmente inflamación del estómago, es semánticamente muy claro, se trata de uno de los conceptos médicos interpretado de forma más heterogénea. La gastritis hace referencia a inflamaciones que se objetivan cuando se biopsian los estómagos durante la gastroscopia. Las hay agudas y crónicas.
Las gastritis agudas cursan con dolor, náuseas, vómitos... Se dan sobre todo cuando se ingiere alcohol, determinados fármacos como los AINES (antiinflamatorios), ciertos alimentos irritantes, radioterapia, infecciones, estrés... Dado que los síntomas son autolimitados, simplemente se recurre a un tratamiento que, tradicionalmente, consiste en dieta, fármacos que rebajan la acidez u otros que facilitan la movilidad gástrica con resolución de la clínica.
Gastritis crónicas
El estudio microscópico del estómago revela con tanta frecuencia la presencia de alteraciones crónicas que se ha llegado a sugerir que se trata de cambios naturales ligados a la edad. Pero también influyen factores ambientales y genéticos. Entre los primeros destaca la infección del helicobacter pylori, que afecta a alrededor del 50% de la población mundial y desempeña un papel fundamental en la gastritis crónica, la úlcera péptica y el cáncer gástrico, por lo que un diagnóstico adecuado y un tratamiento eficaz son esenciales.
Otro tipo de gastritis crónicas con base más genética son las atróficas. Muchas tienen un origen autoinmune, es decir, genéticamente se estimulan las defensas y dañan una parte del estómago. Al ser indoloras, la mayoría presentan como única manifestación clínica un déficit de B12. Y gastritis crónicas más raras son las biliares en el contexto de cirugías, gastritis hipersecretoras...
Dispepsia funcional
Por otro lado, un término que tiende a confundirse con la gastritis es la dispepsia funcional, que se define como un conjunto de síntomas localizados en el hemiabdomen superior, que pueden ir desde molestia a dolor asociado a pesadez, saciedad precoz, nausea, eructo, distensión abdominal... Afecta a un gran número de personas -en España supone el 8,2% de las consultas en atención primaria y hasta el 40% en gastroenterología- y es una causa frecuente de alteración de la calidad de vida. No obstante, en el 75% de los casos la gastroscopia no revela lesiones relevantes.
En su origen pueden estar implicados factores psicológicos y alteraciones en la movilidad gástrica en la flora gastrointestinal. Hay diferentes tratamientos: los que disminuyen la acidez gástrica, llamados protectores gástricos, fármacos que facilitan el vaciamiento gástrico, administración de probióticos o incluso la fitoterapia (uso de productos vegetales que están siendo bien tolerados y son eficaces en algunos subgrupos de pacientes con dispepsia).
Especialista en Aparato Digestivo de IMQ