Las enfermedades respiratorias suponen uno de los grupos de patologías más frecuentes en nuestro entorno y en algunas épocas del año copan las consultas de atención primaria. Teniendo en cuenta los momentos epidémicos que hemos pasado en los últimos inviernos, merece la pena destacar los procesos víricos agudos, es decir, el catarro común y la gripe.
Tanto los resfriados/catarro como la gripe son ocasionados casi siempre por virus, por lo que no deben tratarse con antibióticos.
A menudo, los pacientes confunden estas dos infecciones respiratorias y es importante distinguirlas ya que la vacuna antigripal no previene los catarros. Frente a la gripe, vacunarse reduce en un 60% las posibilidades de caer enfermo y hasta un 80% las hospitalizaciones o los fallecimientos, que afectan principalmente a personas mayores y pacientes crónicos. Estos últimos deben vacunarse cualquiera que sea su edad.
A su vez, existen medicamentos antivirales para la gripe con indicaciones de uso muy restringidas. Además, para evitar contagios contamos con una serie de medidas fáciles de llevar a cabo como extremar la higiene y cubrirse nariz y boca, vías de salida y entrada de los virus.
Por otro lado, la mayoría de los casos de gripe se ceban con los niños de cero a quince años. En estas situaciones lo más lógico, y siempre que sea posible, es evitar la convivencia de estos pequeños con personas mayores o enfermas mientras presenten síntomas. Esta precaución también debería tenerse en cuenta en el entorno laboral. No olvidemos que la gripe es la enfermedad más contagiosa.
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Neumococo
Los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, junto con aquellas personas con problemas de defensas, pueden y deben beneficiarse de otra vacuna disponible frente a infecciones generalizadas graves o neumonías producidas por el ‘Streptococcus pneumoniae’. La vacuna antineumocócica se administra a las personas mayores de 65 años pero, a diferencia de la antigripal, únicamente debe ponerse una vez en la vida. No obstante, su médico podría recomendarle una segunda dosis, bien de esta vacuna o de la que se administra en la infancia, si padece alguna enfermedad crónica que así lo aconsejara, como la enfermedad pulmonar de obstrucción crónica (EPOC) o el asma grave.
Dentro de esta rama de enfermedades respiratorias también destaca el asma infantil –acompañado o no de rinitis–, muy ligado en nuestro ambiente a la sensibilización a los ácaros y en menos proporción al polen. Con un incremento notable en Euskadi, informes científicos relacionan este aumento con un supuesto exceso de higiene en el ambiente de los niños que retrasaría el contacto con alérgenos o microorganismos. En estos casos, sobre todo cuando hay asmáticos en la familia, conviene minimizar la exposición a alérgenos y no fumar en el hogar. Por último, hacer deporte produce efectos beneficiosos nada desdeñables.
José Ignacio Villate
Especialista en Neumología en IMQ