Microbióloga y Médico de Atención Continuada del Centro IMQ Colón
La confluencia de estas tres enfermedades respiratorias supone un desafío para los profesionales sanitarios. El otoño marca un nuevo reto para los centros de salud. La gripe está a la vuelta de la esquina y se espera que conviva de lleno con el COVID-19 y con los habituales catarros, lo que supondrá una considerable mezcla de síntomas a tratar por las y los médicos.
Se trata de enfermedades respiratorias contagiosas, pero provocadas por virus diferentes: Influenza en el caso de la primera y SARS-CoV-2 en el de la segunda. Ambas se propagan principalmente a través de las gotitas que circulan por el aire cuando la persona enferma tose, estornuda o habla. Estas gotículas pueden terminar en la boca o en la nariz de quienes se encuentran cerca (menos de 1,8 metros de distancia), en superficies o ser inhaladas y llegar a los pulmones. La transmisión aérea no se puede descartar en lugares cerrados y poco ventilados.
La mayoría de las personas con gripe son contagiosas desde aproximadamente un día antes de presentar síntomas. Los niños mayores y los adultos incrementan su capacidad de contagio durante los primeros tres o cuatro días, pero muchos siguen siéndolo hasta una semana después. La proporción de personas afectadas durante las epidemias anuales oscila entre el 5% y 15%.
Respecto al coronavirus, aún se está investigando pero se estima que se puede transmitir desde aproximadamente dos días antes de manifestar algún signo, y contagiar durante al menos 10 días después.
Una persona asintomática o cuyos síntomas desaparecen puede seguir propagándolo hasta 10 días después de haber dado positivo en la prueba PCR.
Principales síntomas
Dado que algunos de los síntomas son similares, puede ser difícil distinguir entre ambas enfermedades y podría ser necesario realizar un test de detección para confirmar el diagnóstico. Las dos comparten fiebre, tos, dificultad para respirar (más raro en gripe), cansancio, dolor de garganta, congestión o mucosidad nasal (poco habitual en COVID-19), dolor muscular, de cabeza y malestar general. Algunas personas pueden sufrir vómitos y diarrea, aunque esto es más común en niños. Además, ambas pueden derivar en sobreinfecciones bacterianas y complicaciones cardiacas y respiratorias que requieran hospitalización. Sin embargo, los cambios o la pérdida del olfato y el gusto son más comunes en el coronavirus.
En general, todos estos signos suelen ser más intensos que los del resfriado común. Las personas acatarradas tienen mayores probabilidades de mostrar secreción o congestión nasal, estornudos o picor de garganta pero no suelen provocar problemas graves de salud.
La confluencia de estas enfermedades en los meses más fríos del año ha obligado a adelantar el inicio de la campaña de vacunación contra la gripe a primeros de octubre. Esta vacuna se recomienda para las personas mayores de 65 años, menores de esa edad pero con alto riesgo de desarrollar complicaciones y personal sanitario.