Los motivos pueden ser variados, pero la anosmia se ha revelado como un síntoma prevalente de la Covid-19
El olfato y el gusto son dos de los cinco sentidos que posee el ser humano; a su importancia, que es obvia, se une el hecho de que la combinación de ambos es responsable del sabor que apreciamos cuando ingerimos una bebida o un alimento. Sin embargo, cerca de un 20% de la población general sana presenta una alteración parcial del olfato (hiposmia) y hasta un 0,3% es incapaz de distinguir cualquier olor (anosmia). Esto lo convierte en un motivo de consulta muy frecuente en Otorrinolaringología.
La infección vírica es la causa más habitual de este problema, que lleva a que en el caso del resfriado dos terceras partes de los pacientes presenten alguna disfunción, habitualmente por fenómenos inflamatorios como son la congestión nasal y la rinorrea (mucosidad) que impiden la captación del olor por los receptores olfatorios que se encuentran en la parte superior de las fosas nasales.
Ahora, el SARS-CoV-2 se ha unido al listado de virus que pueden atacar a estos dos sentidos. No obstante, tiene ciertas particularidades que lo hacen especial ya que además de desencadenar fenómenos inflamatorios intranasales, es capaz de unirse al neuroepitelio del bulbo olfatorio
(las células receptoras del olfato) provocando su inactivación y el daño en
el nervio olfatorio.
Síntoma, no patología
Conviene aclarar que la anosmia no es una enfermedad en sí misma, sino un síntoma que puede darse en diferentes patologías como la Covid-19. Los pocos estudios validados al respecto muestran una disfunción olfatoria del 85% de los pacientes infectados, siendo el 80% una alteración parcial y un 20% total. El 80% presentó alteración del olfato sin otros síntomas nasales. Como dato curioso, más del 10% de las personas afectadas refirió una disfunción del olfato antes que cualquier otro síntoma, lo que lo convierte en un marcador predictivo de la infección por SARS-CoV-2.
Junto a las de origen vírico, existen múltiples afecciones capaces de provocar este problema como aquellas que impiden que el aire acceda a los receptores olfatorios (rinitis alérgica, vasomotora, infecciosa, medicamentosa), sinusitis, desviación del tabique nasal, hipertrofia de los cornetes, poliposis y tumores nasosinusales. Asimismo, traumatismos craneoencefálicos, envejecimiento, enfermedades neurodegenerativas como Alzhéimer o Párkinson, entre otras, o tumores del sistema nervioso
central pueden modificar el olfato.
Ante la pérdida repentina o paulatina de cualquiera de estos sentidos, es importante consultar con un especialista para enfocar cada caso de manera individualizada.
La evaluación se realiza mediante la olfatometría, que permite identificar los olores que el paciente no es capaz de notar. Posteriormente, se iniciará el tratamiento oportuno. Existen diversas opciones pero actualmente está en auge la terapia de rehabilitación olfativa.
Otorrinolaringólogo de IMQ