El insomnio es el trastorno del sueño que más frecuentemente encontramos los médicos en nuestra práctica clínica y el que tiene cifras más altas de prevalencia en los estudios epidemiológicos en la población general.
Insomnio quiere decir literalmente ‘falta de sueño’ durante la noche. Durante el día, el enfermo con insomnio tiene problemas que afectan tanto a su salud, como a su funcionamiento social. Por una parte, se presentan síntomas en los ámbitos: emocional, cognitivo, comportamental y de deterioro en los ámbitos social y laboral, con un aumento del absentismo; por otra parte, aparece una tendencia mayor a tener accidentes de trabajo y de tráfico. Todo ello redunda en una peor calidad de vida. En general, los enfermos con insomnio hacen un mayor uso de los servicios asistenciales, lo que supone un aumento de los costes sanitarios. Además, si el insomnio se vuelve crónico, se asocia con un aumento de la morbilidad y mortalidad.
Para entender mejor la complejidad del insomnio, el modelo científico explicativo más adecuado para ello sería el modelo biopsicosocial, que es un abordaje integral basado en la presencia e interacción mutua de mecanismos biológicos, psicológicos y sociales. Todos estos fenómenos producen, en definitiva, un exceso de activación del organismo, así como una dificultad para que el organismo pueda desactivarse durante la noche, con la consiguiente aparición del cuadro de insomnio. Pero todo esto varía de unas personas a otras en función de su propia personalidad.
Insomnio y personalidad
La personalidad humana es un concepto ambiguo y difícil de definir. En términos generales podríamos describirla como el patrón particular de actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio conductual que caracteriza a cada persona, y que condiciona la peculiar manera en que cada uno afrontamos nuestros retos. Es evidente que la manera de enfrentarnos con estas situaciones de la vida varía de unas personas a otras, existiendo un alto grado de diversidad interpersonal, por ejemplo, en el afrontamiento al estrés, el grado de extraversión, reactividad a la adversidad, etc.
El afrontamiento de estas situaciones de la vida repercute directamente en todas la esferas de la persona: biológica, cognitiva, emocional, conductual y espiritual. Así, todo el organismo, al unísono, se ve afectado por la peculiar manera de enfrentarse con los acontecimientos estresantes de la vida.
Esta manera de afrontar el estrés puede generar una activación persistente de los sistemas de alerta del organismo basado en el eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal. Así, las personas con alto grado de activación corporal tienen más riesgos de sufrir trastornos psicosomáticos: cefaleas tensionales, síndrome de fibromialgia, cuadros gastrointestinales, insomnio, etc. El insomnio es uno de los trastornos psicosomáticos más frecuentes.
Recientemente se ha publicado una investigación donde un equipo de científicos holandeses estudió a más de 4.300 personas, tratando de analizar la relación entre insomnio y personalidad para comprobar, primero, si existe un solo tipo de insomnio o varios subtipos del trastorno y, segundo, de qué manera el tipo de personalidad puede influir sobre: la gravedad del insomnio, la evolución del mismo, la respuesta al tratamiento y la presencia de marcadores cerebrales.
Así, se pudieron diferenciar hasta cinco grupos de personas con insomnio en función de sus rasgos de personalidad:
- personas con elevada tendencia a la ansiedad,
- personas moderadamente angustiadas pero sensibles ante la recompensa externa, esto es, con facilidad para vivir emociones positivas,
- personalidad moderadamente angustiada pero poco sensibles a las recompensas emocionales positivas,
- personas ligeramente angustiadas, con elevada reactividad al entorno externo de la vida,
- personas ligeramente angustiadas, con reducida reactividad a los acontecimientos externos.
Las conclusiones de este estudio fueron varias: en primer lugar, como era esperable, las personas con mayor grado de ansiedad tenían mayor incidencia de insomnio. Sin embargo, también se observó que la presencia de emociones positivas hace que el trastorno aparezca con menos frecuencia. Por otra parte, las personas con menor reactividad ante los acontecimientos externos, tienden a dormir mejor.
También se pudo comprobar que las personas muy ansiosas con insomnio tienen un riesgo cinco veces superior a tener depresión en comparación con la población general.
La diferenciación de estos cinco subtipos de insomnio puede ayudar a entender mejor este trastorno, a individualizar el tratamiento según cada persona, y a prevenir mejor la aparición de depresión.
Dr. Rafael Téllez
Responsable de la Unidad del Sueño de la clínica IMQ Virgen Blanca