La gota, documentada ya en el Antiguo Egipto y en la Grecia Clásica, “enfermedad de reyes” como Carlos V o Enrique VIII, continúa viéndose hoy popularmente como una consecuencia de las transgresiones dietéticas (consumo excesivo de marisco, de carnes rojas y de alcohol). Sin embargo, en la mayor parte de los casos se debe a la dificultad para eliminar el ácido úrico por el riñón.
Es una enfermedad frecuente, que afecta en nuestro medio al 2 % de la población adulta, aumenta con la edad y es la 1ª causa de artritis aguda en hombres, aunque las mujeres también la sufren, habitualmente después de la menopausia.
En Reumatología consideramos que es una enfermedad “curable”, si se diagnostica y se trata adecuadamente.
¿Qué es la gota?
La gota es una enfermedad ocasionada por el depósito de cristales de urato, en una articulación o en los tejidos que la rodean. Ocurre en pacientes con niveles elevados de ácido úrico en sangre (hiperuricemia previa) y se manifiesta como episodios de inflamación en una o varias articulaciones. Cuando los depósitos son importantes, pueden formarse “tofos”, nódulos que se ven o se tocan bajo la piel.
Pero la gota no es sólo un tipo de artritis, puede afectar a los riñones produciendo insuficiencia renal y cálculos de ácido úrico. Además, a largo plazo, los depósitos de cristales en las articulaciones provocan una inflamación crónica, que afecta al sistema cardiovascular.
Paralelamente, los pacientes con gota sufren otras manifestaciones del llamado “síndrome metabólico” como la hipertensión arterial, la elevación de glucosa, de colesterol y triglicéridos en sangre o la obesidad y tienen por tanto un mayor riesgo de sufrir diabetes tipo II, enfermedades del corazón o ictus.
Causas
La hiperuricemia es el principal factor de riesgo y la causa de la gota, pero no todos los pacientes con hiperuricemia sufren gota y habitualmente no se trata a los pacientes asintomáticos.
La hiperuricemia se relaciona, en la mayor parte de los casos, con una dificultad para eliminar el ácido úrico de la sangre por los riñones o por el intestino. Puede deberse a factores genéticos, hormonales, enfermedades como la insuficiencia renal crónica, la hipertensión o la toma de ciertos fármacos.
En algunos pacientes, la hiperuricemia se debe a un aumento en la formación de ácido úrico por la alimentación o por un consumo excesivo de bebidas alcohólicas. Dietas ricas en purinas (carnes rojas, embutidos, vísceras y mariscos), en proteínas o en calorías y también la cerveza, incluso la cerveza sin alcohol y los licores incrementan los niveles de ácido úrico.
En algunas enfermedades genéticas, en ciertas enfermedades de la sangre y en la psoriasis, es el propio organismo el que genera ácido úrico en exceso.
Síntomas
En la gota puede haber depósitos articulares de cristales de urato sin que el paciente lo note (inflamación subclínica). Sin embargo, habitualmente hablamos de gota cuando las articulaciones se inflaman. En el ataque agudo, aparece súbitamente o en unas horas dolor intenso, inflamación, enrojecimiento, aumento de temperatura y sensibilidad al roce en una o varias articulaciones.
Es característica la inflamación de la articulación metatarsofalángica del dedo gordo del pie - “podagra”-, pero pueden inflamarse otras articulaciones como los tarsos (empeines), los tobillos, las rodillas, los codos o las manos y también las bolsas sinoviales o los tendones.
Las crisis inicialmente suelen ocurrir en una única articulación, son autolimitadas y ceden en unos días. Posteriormente, cada vez son más frecuentes y más prolongadas, afectando a más articulaciones. Con el tiempo, si la enfermedad no se trata, las articulaciones se dañan causando dolor crónico e incapacidad.
Algunos pacientes sufren cólicos renales por la presencia de cálculos y otros desarrollan tofos.
El diagnóstico definitivo de gota se establece con la confirmación de la presencia de cristales de urato monosódico en la articulación o en los tejidos.
Tratamiento de la gota
Las personas con hiperuricemia que presenten crisis de inflamación articular y/o tofos deben consultar con un reumatólogo para confirmar el diagnóstico de gota e iniciar un tratamiento individualizado adecuado a la carga de la enfermedad, a las características del paciente y a las comorbilidades (síndrome metabólico, riesgo cardiovascular, enfermedad renal crónica…etc.).
El objetivo a lograr en la consulta, es reducir los niveles de ácido úrico en sangre por debajo de 6 mg/dl para que los cristales de urato se disuelvan, evitando así nuevas crisis y sus consecuencias en la articulación y en el organismo.
Es importante, mantener una dieta equilibrada y una adecuada hidratación, controlar el peso, realizar ejercicio físico y limitar el consumo de alcohol (especialmente la cerveza y los licores). Sin embargo, aunque estas medidas contribuyen a disminuir los niveles de ácido úrico en sangre y también el riesgo cardiovascular, por sí solas no son suficientes para curar la enfermedad y deben acompañarse de un tratamiento farmacológico eficaz.
El abordaje integral de la gota incluye, por tanto:
1.- Los cambios en la dieta y en el estilo de vida.
2.- El tratamiento y la prevención de las crisis, durante los primeros meses de seguimiento.
3.- La reducción de los niveles de ácido úrico, con fármacos que disminuyen su producción o que facilitan su eliminación.
4.- El manejo de las comorbilidades.
Con estas medidas se consigue mejorar el pronóstico y la calidad de vida de estos pacientes.
Especialista en Reumatología de IMQ