Una alimentación y una hidratación adecuadas alejan los riesgos que entrañan la obesidad y la desnutrición, especialmente en las personas mayores.
Sea cual sea la edad, el decálogo de una buena alimentación incluye evitar el exceso de sal, los carbohidratos (azúcares) y las grasas de origen animal. Seguir estos tres sencillos consejos ayuda a prevenir la aparición de patologías graves como la hipertensión, la diabetes y las enfermedades cerebrovasculares. No obstante, tampoco se debe olvidar que las dietas excesivamente restrictivas llevan en ocasiones a la aparición de desnutrición.
¿Son las personas realmente conscientes de la importancia de mantener este equilibrio alimentario para su salud?. Probablemente no, y más en el caso de los mayores. Incluso los especialistas tienden a subrayar la necesidad de cumplir un tratamiento farmacológico y se olvidan de concienciar a sus pacientes sobre las bondades de una nutrición adecuada. Un punto esencial que en muchas enfermedades es más importante que los medicamentos. Sin duda, es una asignatura pendiente que se debe abordar con la mayor celeridad posible, a la vista de los datos que arrojan las estadísticas. En nuestro entorno, aproximadamente un 5% de las personas mayores que residen en su domicilio presentan síntomas de desnutrición.
Señales de alarma
Se calcula que el requerimiento energético recomendado en personas mayores se sitúa en 30 kcal/kg/ día para asegurar el gasto energético basal, es decir, la cantidad de energía necesaria para llevar a cabo una actividad física normal. Además, es fundamental la hidratación, ya que es uno de los puntos débiles de la nutrición de los mayores.
Estos parámetros deben tenerse en cuenta para mantener un estado nutricional óptimo. Una mala alimentación por exceso puede empeorar el control de los niveles de colesterol, las cifras de tensión arterial, los niveles de glucosa y llevar a la aparición de enfermedades coronarias y cerebrovasculares, que generan dependencia en personas mayores. Pero no son menos importantes las consecuencias de una desnutrición, yendo desde la pérdida de función muscular (y por tanto de capacidades físicas) hasta la aparición de úlceras por presión en personas más dependientes y con limitaciones de la movilidad.
Para evitarlas, quienes viven con los mayores deben mantener una actitud vigilante. La existencia de una disminución en la ingesta alimentaria, una pérdida de peso o tos cuando bebe líquidos puede dar la pista de que existe un problema nutritivo. Respecto a la merma en el peso, destacar que puede reflejarse posteriormente en otros síntomas como la pérdida funcional, aparición de edemas en extremidades inferiores, cansancio, aumento de caídas…
En estas situaciones, lo más recomendable es consultar al médico.
De esta manera, el profesional de referencia podrá realizar una valoración nutricional que le llevará a orientar el diagnóstico y tratamiento más adecuado en cada caso.
Naiara Fernández
Médico especialista en Geriatría de IMQ Igurco