La meningitis es consecuencia de una inflamación de las meninges, membranas que recubren y protegen el sistema nervioso central, es decir, el cerebro y la médula espinal. Se trata de una patología que puede desencadenarse por varias causas, siendo las más habituales las infecciones por bacterias, pero no son las únicas.
También puede ser consecuencia de:
- virus
- hongos o parásitos
- enfermedades inflamatorias
- infiltración por células tumorales malignas
- otros motivos menos frecuentes
En cuanto a las personas más proclives a padecerla, destacan aquellas que presentan algún defecto en su sistema inmunológico, esto es, las defensas del organismo, como niños de corta edad (menores de seis años), pacientes que estén recibiendo quimioterapia, personas sin bazo o con insuficiencia renal, infectados con VIH-SIDA sin tratamiento, diabéticos, alcohólicos o ancianos, entre otros colectivos. La meningitis afecta por igual a hombres y mujeres y puede aparecer a cualquier edad, aunque es más frecuente en niños.
Por lo demás, la tasa de incidencia (casos nuevos) en España se estima en unos 7 pacientes anuales por cada 100.000 habitantes, si bien existen casos que no se llegan a declarar a las autoridades sanitarias.
Síntomas de alerta
En cuanto a los síntomas que pueden alertar de la aparición de meningitis, por lo general se da un dolor de cabeza intenso, fiebre y alteración del estado mental (desde tendencia exagerada al sueño a un coma profundo, desorientación, agitación y convulsiones).
Como la causa más frecuente suele ser infecciosa, la gravedad está condicionada, sobre todo, por la propia evolución de la infección, la respuesta al tratamiento antibiótico y cómo afecte a otros sistemas (respiratorio, renal, etc.). Lo habitual es que esta patología se diagnostique en los servicios de Urgencias, ya que la afectación general y la impresión de gravedad del paciente suelen hacer que se acuda a Urgencias. Si se confirma el diagnóstico, el paciente ingresa en el hospital.
En este sentido, hay que tener en cuenta los antecedentes del paciente, síntomas y signos vitales. Si hay sospechas de que se trata de meningitis, para confirmar el diagnóstico es necesario extraer el líquido cefalorraquídeo (el que circula entre las meninges), mediante una punción lumbar en la zona baja de la espalda y enviarlo a analizar al laboratorio, para comprobar si hay inflamación. Una punción que, a veces, es muy dificultosa especialmente en pacientes obesos, agitados y niños.
En ocasiones, los síntomas iniciales de una meningitis pueden ser similares a los de cualquier proceso que produzca fiebre alta (dolor de cabeza, malestar general, alteración del estado mental en ancianos). Si existe un retraso importante en el diagnóstico e inicio del tratamiento, la meningitis bacteriana puede llegar a causar la muerte o dejar secuelas neurológicas permanentes, como sordera o parálisis de miembros. Una vez superada una meningitis aguda se puede hacer una vida normal. Si se tenía previamente alguna enfermedad, lógicamente se deben mantener los cuidados que ésta precise.
Consejos para prevenir la meningitis
En recién nacidos y niños, se recomienda seguir el calendario de vacunas aconsejado por las autoridades sanitarias, que incluye las de algunas bacterias causantes de la meningitis. En ancianos y enfermos crónicos, puede ser útil la vacuna antineumocócica. En ciertos tipos de meningitis provocadas por bacterias concretas, las personas que han estado en contacto estrecho con el enfermo deben tomar antibióticos para evitar que la enfermedad se desarrolle.
Existen vacunas contra algunas bacterias productoras de meningitis (neumococo, H. influenzae tipo B, meningococo tipos A y C), pero actualmente no se dispone de una vacuna eficaz contra todos los gérmenes causantes de meningitis, por lo que hay que tener presente que estar vacunados no implica que se estemos protegidos contra todas las variedades posibles. Un grupo importante de casos graves en España lo provoca el meningococo B, contra el que todavía no hay una vacuna efectiva.
Tratamiento para superar la meningitis
Una vez diagnosticada, la meningitis se trata mediante el ingreso en un centro hospitalario. Por ello, el paciente debe seguir estrictamente las recomendaciones del personal sanitario en cuanto a realizar reposo, alimentarse e hidratarse adecuadamente y recibir la medicación prescrita.
El tratamiento de la meningitis debe ir dirigido, lógicamente, a la causa de la misma. Lo más frecuente es que el origen de la meningitis sea una infección bacteriana, por lo que su tratamiento consiste en antibióticos, en dosis altas y por vía intravenosa, para que alcancen concentraciones eficaces en el líquido cefalorraquídeo que recubre las meninges. Esto se debe a que existe una estructura protectora del sistema nervioso central –llamada barrera hematoencefálica– que dificulta el paso de los antibióticos desde la sangre a las meninges. La elección inicial de los antibióticos se debe realizar en función de las características del paciente (el tipo de bacteria causante varía según la edad o las enfermedades previas). Posteriormente, una vez se comprueba cuál es el germen causante en los cultivos de muestras de líquido cefalorraquídeo, se puede ajustar el tratamiento, eligiendo el antibiótico más efectivo contra la bacteria que ha provocado la infección.
Además, el paciente puede necesitar analgésicos y antitérmicos para reducir la fiebre y el dolor, sueros para asegurar una correcta hidratación, medicamentos antieméticos para tratar las náuseas y vómitos, frecuentes dentro del cuadro clínico, y otros fármacos según el criterio médico.
Especialista en Medicina Interna de IMQ