La neofobia alimentaria es el trastorno restrictivo de la alimentación que se caracteriza por el miedo irracional a probar nuevos alimentos. Este trastorno se ha incluido en la última edición del DSM-5 (el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría).
Este cuadro habitualmente se presenta en la primera infancia y no se considera patológico durante esta etapa, aunque el problema aparece si este comportamiento se alarga mucho más de los 6-7 años porque puede provocar cuadros de desnutrición si el niño evita sobre todo verduras y frutas. Igualmente, también aparecen situaciones en adultos, pero son casos más infrecuentes.
Los niños tienden a rechazar algunos alimentos por su olor, textura, color, sabor o simplemente por haber presentado una situación negativa anterior durante la ingesta. Es típico que rehúsen la ingestión de alimentos que les hayan producido un trauma al bloquearles la garganta y hayan producido una sintomatología aguda. Esta es la razón por la que no debemos obligarles a comer a la fuerza, porque podemos agravar todavía más la situación y que el niño rechace una lista de alimentos cada vez más extensa.
¿Por qué se produce la neofobia alimentaria?
Posiblemente la neofobia alimentaria se deba a una cuestión de supervivencia, que forme parte de un instinto primitivo que presentamos los animales omnívoros. Todos los seres vivos son recelosos a lo desconocido porque pueden suponer una amenaza para su vida. Este comportamiento podría significar un mecanismo de defensa para evitar las intoxicaciones alimentarias y aquellos alimentos potencialmente venenosos que causen la muerte. Incluso a día de hoy, utilizamos este mecanismo inconscientemente para evitar enfermar. ¿Acaso no dudamos si un alimento está en mal estado y mediante una inspección visual, su olor o sabor podemos determinar si nos va a sentar bien?
Neofobia alimentaria, consejos para padres y madres
La neofobia alimentaria no solamente la sufren niños y niñas, sino que se convierte en un quebradero de cabeza para sus progenitores. Exponemos algunos consejos para lidiar con esta patología:
- No obligar nunca a comer al niño.
- No utilizar el soborno o el castigo para que el niño coma. Tampoco hay que obligar a comer a la fuerza porque puede agravar todavía más su aversión.
- No premiar al niño por comer bien.
- Preparar los alimentos de una forma atractiva para el niño, mezclando colores, texturas y presentándolos en platos divertidos.
- Ofrecer raciones pequeñas en un plato grande que permitan la opción de repetir si el niño lo desea.
- Evitar la distracción durante las comidas. Apagar la televisión, móviles y videojuegos mientras se está en la mesa. Que toda la familia coma junta.
- No mostrar ansiedad si el niño rechaza la comida. Si no quiere comer, se retira el plato y se levanta al niño de la mesa. No ofrecer ningún alimento hasta la siguiente comida.
- Respetar los gustos y preferencias del niño de una forma razonable sin evitar que controle el menú diario.
- No ofrecer alimentos entre horas.
- Si el niño ha adquirido la capacidad de alimentarse solo, permitir que lo haga y no infantilizarle dándole de comer a la fuerza.
- Hay niños más lentos a la hora de comer, por eso es necesario respetar su tiempo, pero estableciendo un límite: si en media hora no ha concluido con su plato, retirar y dar por finalizada la comida.
- Si el niño está enfermo es totalmente normal que presente falta de apetito. Respetar los cuadros de inapetencia en enfermedad aguda.
- Los niños actúan mayormente por imitación. Comportarse en la mesa de la misma manera que desea que lo haga su hijo.
El aprendizaje de los sabores se consigue mediante una exposición repetida y positiva de los mismos. El niño se habitúa a ellos si conseguimos que forme parte de su selección a la hora de la compra o ayude a cocinar. Esta condición tiende a desaparecer con la edad, pero debemos ayudarle a ello. Igualmente, debemos saber diferenciar al niño que presenta rechazo a los alimentos nuevos del que es simplemente selectivo o quisquilloso y rechaza también los alimentos ya familiares. En este último caso, no estaríamos ante un niño con neofobia alimentaria.
Si hablamos de neofobia alimentaria en los adultos nos encontramos ante una situación más complicada y menos habitual. En estos casos se recomiendan fundamentalmente las terapias de desensibilización donde paulatinamente se les introduce nuevos alimentos, que se familiaricen con ellos y los acepte sin ansiedad ni miedo. Aquí se debería realizar un diagnóstico clínico con otros trastornos de la conducta alimentaria tales como la anorexia nerviosa.
Andrea Ruiz de Eguino
Psicóloga de IMQ Amsa