El desprendimiento de retina se produce tras la separación de dos de las capas de la retina, tejido sensible a la luz situado en la parte posterior del ojo. La capa más interna es la retina neurosensorial, y la externa, el epitelio pigmentario. En este espacio se forma una pequeña bolsa en la que se acumula líquido, de manera que esta zona de la retina deja de funcionar y no puede nutrirse de manera correcta. La consecuencia de no someterse a tratamiento es la pérdida de la visión.
Normalmente, los problemas comienzan en el vítreo, que es un tejido gelatinoso y transparente del ojo. Cuando éste se licúa parcialmente, colapsa la zona y tira bruscamente de ciertas adherencias en la retina, que se rasga como si fuese una tela. Una vez rota la retina y presionada por el vítreo, deja entrar el líquido entre sus dos capas y comienza el desprendimiento. Además, existen otras causas como tumores, inflamaciones graves, agujero en la mácula –zona de máxima agudeza visual– en grandes miopes, complicaciones por diabetes o traumatismos en esta área.
Estos desprendimientos no se dan en una edad concreta ni hay diferencias significativas entre sexos. Las personas que han presentado desprendimiento de retina en un ojo tienen un mayor riesgo de que se repita. La miopía, cirugía previa de cataratas y los antecedentes familiares son los principales factores de riesgo. Por ejemplo, entre el 1% y el 3% de quienes se han sometido a una operación de cataratas sufren este problema.
Cabe destacar que en esta patología existen diferentes grados. Cuando el paciente no lo ha notado, es un desprendimiento subclínico. Una vez que afecta al campo visual empieza el tipo clínico: la gravedad es mayor si alcanza la mácula, ya que entonces la visión es nula. Según el tipo de rotura de la retina, el desprendimiento puede estar producido por un simple poro, por agujeros, desgarros únicos o múltiples, hasta por desgarros gigantes que hacen que el desprendimiento de retina sea muy complicado de curar. Asimismo, la presión ejercida por el vítreo puede ser mínima y fácil de solventar o extrema, denominada proliferación vítreoretiniana y muy difícil de tratar.
El desprendimiento de retina no provoca dolor
En cuanto a los síntomas, en los días previos empieza con la visión de ‘moscas volantes’, puntos negros que se desplazan al mover el ojo, sensación de hollín, destellos luminosos o ‘relámpagos’. A continuación, aparece una cortina negra en alguna parte del campo visual. Si afecta a la mácula se puede ver distorsionado, más pequeño o perder la visión central. En este punto, es importante destacar que no causa dolor.
Ante la aparición súbita de estos síntomas, hay que acudir de manera urgente a la consulta de un oftalmólogo para que haga la exploración del fondo de ojo con gotas dilatadoras de la pupila. En desgarros leves, los síntomas son pocos y el problema puede solucionarse completamente sin dificultad. Sin embargo, si el desprendimiento avanza el pronóstico empeora notablemente. Por eso, el diagnóstico precoz es crucial en esta patología retiniana.
¿Existe riesgo de recaídas?
La retina puede volver a romperse, sobre todo si aparecen proliferaciones de vítreo que la presionan y redesprenden. Si esto ocurre inmediatamente después de la cirugía es considerado como fracaso y si no, como una recaída. Este fracaso tras la operación ocurre en el 5% de los desprendimientos primarios y hasta en el 50% de los complicados.
Peligro de ceguera
El desprendimiento de retina no tratado puede conducir a la ceguera e incluso a la degeneración externa del globo ocular. Si falla el tratamiento y hay que operar de nuevo, la gravedad dependerá de la causa del desprendimiento. Estos casos suelen ser los más complicados y, a largo plazo, precisan de varias intervenciones que empeoran la recuperación. Hay veces que se requieren sustancias como la silicona intraocular para mantener la retina en su sitio, con las consiguientes molestias.
Mª Paz Mendívil Soto
Especialista en Oftalmología de IMQ