El conocido como "ojo vago" o ambliopía consiste en la baja visión de uno o ambos ojos por falta de uso en el período de desarrollo infantil. Para entenderlo, a ciertos niños les cuesta más ‘aprender’ a ver en esa etapa de la vida en la que se establecen las conexiones entre el cerebro y los ojos.
Se trata de un trastorno que se puede corregir hasta los 8 o 10 años aproximadamente, cuando se han establecido ya todas estas conexiones y, por tanto, la visión. Es importante advertir que si uno o los dos ojos no han tenido un desarrollo normal hasta esa edad, ya nunca se conseguirá. Cinco de cada cien niños pueden sufrir esta patología que si no se trata a tiempo merma la agudeza visual de forma permanente. Es decir, se trata de una patología que si no es diagnosticada y tratada de forma precoz puede prolongarse durante la edad adulta.
Una de las causas más comunes por las que se produce es el estrabismo: ojos desviados cada uno en una dirección. En estos casos, el cerebro –que tiene gran capacidad de adaptación– suprime la visión de uno de ellos para evitar ver doble. Otro factor que lo provoca son los defectos refractivos (miopía, hipermetropía y astigmatismo) de uno de los ojos que, si no son debidamente corregidos y tratados, pueden hacer que el cerebro escoja la visión del ojo con menor defecto.
Esta patología afecta a entre el 3 y el 5% en la población infantil y es la causa más frecuente de disminución de agudeza visual irrecuperable en gente joven y de mediana edad. De ahí la importancia de un rápido y correcto diagnóstico y su correspondiente tratamiento.
Medidas de prevención
Como primera recomendación, cabe destacar que se les debería someter a una revisión oftalmológica a los 3 años. Gracias a este primer control, se puede hacer un diagnóstico precoz y tratar la ambliopía con garantías.
Señalar en este punto que el oftalmólogo pediátrico puede realizar la exploración para descartar este problema a cualquier edad, aunque el niño sea muy pequeño y no colabore. De hecho, existe una gran variedad de pruebas adecuadas para cada caso. También ayudan ciertas alertas que pueden hacer sospechar a los padres, profesores y cuidadores sobre un comportamiento visual anómalo, como cuando no identifica de forma adecuada a los familiares en distancias largas, se acerca mucho los objetos a la cara, etc.
El tratamiento del ‘ojo vago’ es sencillo y eficaz. Eso sí, necesita un alto grado de cumplimiento, por lo que requiere que los padres entiendan muy bien la patología y sus posibles consecuencias. Muchas veces, se puede corregir simplemente haciendo una correcta graduación y prescribiendo las gafas adecuadas. Si no es suficiente, se prescribe el parche ocular sobre el ojo que el niño utiliza de manera correcta, para forzar a usar el otro.
DRA. ANE LANDA DEUSTO
Médico de IMQ, especialista en Oftalmología