Especialista en Dermatología de IMQ
Los protectores solares son productos que frenan la llegada de los rayos ultravioleta a la piel con el fin de prevenir sus efectos perjudiciales. Funcionan de dos maneras: absorbiendo los rayos por mecanismos químicos o reflejándolos como si fueran múltiples microespejos. Estas cremas han mejorado mucho en los últimos años, actuando como una barrera cada vez más eficaz, con menos riesgo de producir irritaciones o alergias y mayores propiedades cosméticas para que se absorban cuanto antes y no dejen esa antiestética capa blanca.
A la hora de escoger, hay que fijarse principalmente en los índices de protección. Se considera que un factor solar igual o superior a 30 evita la incidencia en la piel de más del 95% de las radiaciones ultravioleta. También es fundamental adecuar el excipiente, es decir, las sustancias que llevan para que tengan consistencia. Las personas con piel grasa –generalmente jóvenes con tendencia al acné– deberían emplear cremas con excipientes libres de aceite. Por el contrario, a quienes tengan la piel más seca les convendría utilizar protectores solares con texturas que aporten mayor hidratación.
Independientemente del que se use, para que los protectores solares sean eficaz se deben aplicar entre 15 y 30 minutos antes de exponerse al sol. De esta manera, se da tiempo para que se adhiera convenientemente y puedan cumplir su función. Si se extiende una capa abundante del filtro con antelación suficiente y no se realiza una actividad que acelere su desprendimiento (baño, sudoración, roces con la arena…), su efecto puede prolongarse durante aproximadamente cuatro horas. En caso contrario, habrá que aplicarlo de nuevo para mantener su efectividad.
Cara,
escote, manos…
Las zonas del cuerpo a proteger del sol son las que están más frecuentemente expuestas al mismo, como cara, escote, manos, brazos… Evitando la radiación excesiva en esas partes se podrán prevenir muchos efectos dañinos a largo plazo: arrugas, manchas, queratosis actínicas –costras en la piel que se ha expuesto mucho al sol a lo largo de la vida– e incluso cáncer de piel. Por ello, se debe mantener el uso de crema protectora aunque ya estemos morenos.
El mejor consejo, en definitiva, es algo aparentemente tan sencillo como utilizar el sentido común. Se puede disfrutar de los efectos beneficiosos de vivir al aire libre y olvidarse de sus inconvenientes aplicando los filtros adecuados y añadiendo otras medidas razonables, como cubrirse con sombrillas, gorras o sombreros y no tomar el sol en las horas centrales del día, que es cuando los rayos son más potentes.