Los reservorios venosos subcutáneos se colocan mediante sencillas técnicas quirúrgicas y permiten aliviar los efectos secundarios que provoca el tratamiento en pacientes oncológicos y renales. Los tratamientos de algunas patologías, por sus características y forma de administrarse, tienen un impacto directo en la calidad de vida de las personas que las sufren. Dos ejemplos claros son los pacientes oncológicos, que precisan la aplicación intravenosa de quimioterapia, y aquellos con enfermedad renal crónica, que deben dializarse.
En el primer caso, los enfermos de cáncer padecen, entre otras secuelas, lesiones en las venas por la aplicación de quimioterapia y la realización de análisis y pruebas radiológicas periódicas con distintas sustancias como contrastes. Por tanto, es preciso que tengan un acceso fácil para administrarles la medicación, como son los reservorios venosos subcutáneos y es aquí donde actúan los cirujanos vasculares.
Los reservorios venosos subcutáneos constan de una cámara o portal unida a un catéter que comunica con una vena central. El catéter es radiopaco, lo que facilita su localización exacta por rayos X. Habitualmente se implantan reservorios de una sola cámara y una sola luz, en quirófano, con anestesia local, de forma ambulatoria. El catéter se introduce a través de la vena cefálica izquierda (a la altura de la clavícula) y el portal se deja subcutáneo en la cara anterior del tórax. También pueden implantarse en otras partes como el brazo o la zona inguinal. Los reservorios se recomiendan para las neoplasias en todos aquellos pacientes con mal sistema venoso superficial o cuando se prevén largos tratamientos intravenosos.
En el año 2015, en la Clínica IMQ Zorrotzaurre se trataron 600 pacientes a los que se les realizaron unas 8.000 sesiones de quimioterapia. Durante este tiempo se implantaron 143 reservorios venosos subcutáneos.
Reservorios venosos subcutáneos para enfermos renales
En el caso de los pacientes con enfermedad renal crónica que precisan hemodiálisis, se debe realizar un acceso vascular mediante un catéter central o una fístula arteriovenosa. Ésta se realiza con anestesia local, de forma ambulatoria, y consiste en la unión de una vena y una arteria, habitualmente en las extremidades superiores, a través de la cual se accede a la sangre mediante la punción de la vena arterializada en dos sitios y en dirección opuesta, haciendo una de rama arterial, de donde sale la sangre hacia el dializador, y otra de rama venosa, por donde vuelve al paciente.
Hoy por hoy, la fístula arteriovenosa se considera la vía de acceso vascular ideal para la hemodiálisis. La otra alternativa son los catéteres centrales como método para dializar de forma urgente. Estos últimos pueden ser implantados de manera definitiva o como primer paso hasta que la fístula arteriovenosa pueda ser utilizada. Igualmente es una cirugía que se lleva a cabo con anestesia local y de modo ambulatorio.
En la Clínica IMQ Virgen Blanca, en 2015, se dializaron aproximadamente 100 pacientes, a los que se les practicaron 13.910 sesiones de hemodiálisis (156 sesiones/paciente). En total, se implantaron 12 catéteres y se realizaron 15 fístulas arteriovenosas.
Ángel Barba Pérez
Especialista en Angiología y Cirugía Vascular de IMQ