El sonambulismo o noctambulismo, según la Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM), se trata de un trastorno del sueño, clasificado dentro del grupo de las parasomnias.
El sonambulismo se define por la presencia de episodios nocturnos, durante los cuales, quien lo padece, desarrolla actividades motoras automáticas, que pueden ser sencillas o complejas mientras permanece inconsciente y sin posibilidad de comunicación con las personas testigos del evento.
Una persona sonámbula puede salir de la cama, caminar, orinar o incluso salir de su casa. Los sonámbulos suelen tener los ojos abiertos, pero no ven igual que cuando están despiertos, y suelen creer que están en otras habitaciones de la casa o en sitios completamente diferentes. Tienden a volver a la cama por iniciativa propia y, a la mañana siguiente, no recuerdan haberse levantado por la noche.
El sonambulismo se produce durante la fase N3 del sueño (anteriormente denominada fase 3 y 4), es decir, la etapa denominada sueño lento o sueño de ondas lentas (SOL), que se produce habitualmente, de forma más frecuente, durante las primeras horas del sueño, esto es, durante la primera mitad de la noche.
El sonambulismo es uno de los trastornos del sueño más frecuente, con una incidencia de hasta el 15% en niños y niñas de edades entre los 3 y los 15 años. Se produce más frecuentemente en la infancia y adolescencia más que en adultos mayores, ya que, durante el envejecimiento se va produciendo una disminución de la cantidad de la fase N3 del sueño. En la edad adulta, la presencia de estos episodios se suele relacionar más frecuentemente con la existencia de otras enfermedades asociadas.
No se conocen las causas de este trastorno del sueño de manera precisa, pero sí parece existir una predisposición hereditaria, de tal manera que, en individuos con familiares que lo hayan padecido, se incrementa la probabilidad de desarrollarlo.
Algunas situaciones como la fatiga, la falta de sueño, el estrés o la ansiedad pueden producir episodios de sonambulismo. Asimismo, la fiebre o la alteración del ritmo del sueño (viajes, cambios de horario, etc), pueden incrementar estos episodios.
En los adultos, el uso del alcohol, fármacos sedantes, hipnóticos u otros tipos, pueden propiciar estos episodios. Asimismo, algunas enfermedades mentales o neurológicas (epilepsia), pueden también generar estos cuadros.
Algunas enfermedades previas pueden generar estos cuadros: síndrome de apnea del sueño, reflujo gastroesofágico, síndrome de piernas inquietas, etc.
En adultos mayores, el sonambulismo podría ser un síntoma de deterioro neurocognitivo.
En general, el sonambulismo se produce temprano por la noche, a menudo, entre una y dos horas después de quedarte dormido. Es poco probable que se produzca durante una siesta. Un episodio de sonambulismo puede producirse con frecuencia variable, y suele durar varios minutos aunque, en ocasiones, puede durar más tiempo.
Una persona que padece sonambulismo puede realizar todo tipo de conductas mientras sigue dormido, tales como:
A veces, una persona que padece sonambulismo podría realizar actividades rutinarias más complejas como: vestirse, hablar o comer, salir de casa, conducir un coche, orinar en cualquier sitio, tener relaciones sexuales sin recordarlas, o incluso realizar actividades peligrosas como actuar de forma violenta, o lesionarse por una caída o saltar por una ventana.
En la mayoría de los casos, los episodios esporádicos de sonambulismo no suelen ser una causa de preocupación y, generalmente, se resuelven solos. Sin embargo, en algunas ocasiones, es necesario acudir a un profesional, por ejemplo:
Por otro lado, hay dos situaciones donde también se recomienda consultar el problema con un profesional: cuando el inicio se produce en la edad adulta, o cuando, tras un comienzo en la niñez, persiste a lo largo de la adolescencia.
En la mayoría de los casos, el sonambulismo no es necesariamente un motivo de preocupación. Sin embargo, en algunos casos, la persona que lo padece podría correr peligro. Por ejemplo: si existe riesgo de lesionarse al caminar cerca de muebles o escaleras, si caminan al aire libre, si conducen un coche o si comen algo inapropiado.
Además podrían padecer interrupciones prolongadas del sueño lo que podría generar un estado de excesiva somnolencia diurna, afectando su trabajo o estudios, así como sentir vergüenza provocando dificultades en sus relaciones sociales, o alteración del sueño de otras personas o, incluso, lastimar a alguien que se encuentra cerca de ellos.
En general, no suele ser necesario un tratamiento para el sonambulismo ocasional. De hecho, en la mayoría de los casos de niños que son sonámbulos, generalmente, el trastorno desaparece en la adolescencia.
Sin embargo, si el sonambulismo deriva en posibles lesiones, resulta perturbador para los miembros de la familia u ocasiona vergüenza o interrupción del sueño para la persona que padece el trastorno, podría requerirse tratamiento. En general, el tratamiento se centra en promover la seguridad y eliminar las causas o los desencadenantes.
El tratamiento puede comprender:
Algunas medidas pueden disminuir la posibilidad de tener episodios de sonambulismo. Algunas de éstas serían: