La cirugía bariátrica representa la esperanza final para muchas personas con obesidad mórbida que no logran adelgazar con otros métodos.
Desde finales de los años 70, la obesidad es uno de los principales problemas de salud debido, fundamentalmente, al sedentarismo y a las dietas sobreabundantes. En el País Vasco, las cifras son ligeramente inferiores a las de otras comunidades al afectar al 14% de los hombres y al 12% de las mujeres. Unas tasas que aumentan con la edad; de hecho, alrededor del 20% de la población vasca mayor de 65 años la padece.
Lejos de ser solo un problema estético –aunque también lo represente porque se suele acompañar de trastornos psicológicos y de adaptación–, está implicada en la aparición de enfermedades crónicas de mayor prevalencia y mortalidad en nuestro entorno como son las cardiovasculares, la hipertensión arterial, diabetes, insuficiencia respiratoria, apneas y algunos tipos de cánceres. Para aquellas personas que sufren obesidad leve o moderada (grado 1), además de un cambio de hábitos en cuanto a alimentación y ejercicio o el uso de medicamentos que reduzcan la sensación de apetito, han surgido instrumentos tecnológicos como aplicaciones o pulseras que controlan la actividad y la dieta.
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Pasar por quirófano
Cuando el paciente con obesidad mórbida fracasa con la dieta, el ejercicio físico, la terapia conductual y/o con el tratamiento farmacológico, pasar por quirófano representa la última posibilidad terapéutica de actuación. La irrupción de la cirugía bariátrica ha supuesto un cambio radical para estos pacientes en los que ningún otro tratamiento había sido eficaz. Se realiza sobre el aparato digestivo, en algunos casos reduciendo el tamaño del estómago para disminuir la ingesta de alimentos (gastrectomía vertical, banda gástrica) y en otros asociando un procedimiento sobre el intestino delgado para restringir la absorción de nutrientes (bypass gástrico, cruce duodenal, bypass gastroileal).
Aparte, han surgido otras nuevas técnicas que suponen alguna variación sobre estas clásicas, así como tratamientos no quirúrgicos –balón o inyección gástrica, suturas o marcapasos gástrico– que pueden conseguir pérdidas importantes de peso pero sin suficiente evidencia aún para demostrar su eficacia a largo plazo.
Señalar que, tras la cirugía, las enfermedades asociadas a la obesidad –diabetes tipo 2, hipertensión, artrosis...– muestran una clara mejoría que puede oscilar entre el 50 y el 90%.
Dr. Javier Ortiz Lacorzana
Especialista en Cirugía General y del Aparato Digestivo de IMQ