La testosterona y otros andrógenos, han sido empleados en dosis muy elevadas en el mundo deportivo para mejorar el rendimiento físico, considerándose en la actualidad motivo de sanción por dopaje en el entorno competitivo. No obstante, no hace falta aproximarse a este escenario para descubrir que también el empleo de la testosterona se ha extendido con motivo de la tendencia actual al "culto al cuerpo" y la llamada vigorexia.
Por supuesto, que en dosis elevadas su utilización incrementa la masa muscular y el rendimiento físico, pero no está exento de efectos secundarios como:
- atrofia testicular,
- alteración de la función espermática,
- crecimiento de la glándula prostática,
- problemas metabólicos.
Testosterona e hipogonadismo tardío
A diferencia de las mujeres, donde la menopausia constituye un cese total de la producción hormonal por parte de los ovarios, en el varón este proceso no es una "andropausia" sino más bien una "andropenia". Este evento que suele acontecer a partir de los 50 años, consiste en un descenso de la disponibilidad de testosterona (hormona masculina) activa más que un descenso de la misma. Dicho de otro modo, las cifras de testosterona se pueden mantener estables en plasma, pero al disminuir la proteína que las transporta, disponemos de menos cantidad activa por lo que se percibe el descenso de su efecto en el organismo.
[hs_form id="4"]
Este hipogonadismo tardío, que es como se denomina al cuadro clínico, se traduce en signos y síntomas comunes y asociados al proceso normal de envejecimiento y en ocasiones indistinguible del mismo. Así, es frecuente la disminución de la masa muscular con pérdida de fuerza, la disminución de la densidad ósea, la disminución de la libido, la redistribución de la grasa corporal, mayor somnolencia, ligera disminución de la actividad cerebral, cambios metabólicos (mayor riesgo de hiperlipidemia, hiperglucemia, anemia) y otros síntomas que anuncian un progresivo descenso de algunas funciones.
Testosterona intramuscular
En la actualidad disponemos de testosterona para administrar vía intramuscular (incluso en cómodas fórmulas trimestrales) y en forma de parches transdérmicos haciendo sencillo el tratamiento. En los casos donde el hipogonadismo (niveles bajos de andrógenos) esté definido clínica y/o analíticamente, se puede emplear la testosterona siempre bajo supervisión médica monitorizando sus niveles en sangre, sus posibles efectos secundarios y su eficacia periódicamente.
En el varón es necesario un control de los niveles del PSA y el estado de la glándula prostática. Su empleo en mujeres a dosis ajustadas ha demostrado su eficacia evitando los efectos secundarios clásicos como el hirsutismo (vello facial). Un interesante estudio en mujeres de edad avanzada que recibieron dosis bajas de andrógenos constató una mejora en el rendimiento cognitivo, habiendo una posible puerta terapéutica en el entorno de la prevención de las demencias.
Un escenario interesante para el empleo de la testosterona es en el referente a dolencias osteoarticulares y musculares. Se ha demostrado que en pacientes intervenidos de prótesis de cadera, aquellos que recibieron suplemento androgénico presentaron una recuperación más rápida.
Los efectos de los andrógenos a nivel de densidad ósea, masa muscular, articulaciones y ligamentos hacen de este fármaco un empleo adicional en el mundo terapéutico de dolencias que interesen sistema músculoesquelético como: hernias discales, lumbalgias, recuperación lesiones musculares, dolores relacionados con osteoartrosis y la fibromialgia.
La testosterona a dosis apropiadas y combinando terapia antialgia y fisioterapia, ha permitido apreciar franca mejoría y menor consumo de analgésicos en estos colectivos. Es obvio, recordar que su empleo ha de ser monitorizado por los facultativos en un abordaje multidisciplinar, pero sin duda son un motivo de esperanza en estas dolencias crónicas tan invalidantes.
Dr. José Gregorio Pereira
Especialista en Urología en la Clinica IMQ Zorrotazaurre