La enfermedad del tétanos está provocada por una espora que produce una toxina que se ‘cuela’ en nuestro cuerpo a través de heridas abiertas y rozaduras. Una vez dentro, afecta con mayor o menor virulencia a los músculos esqueléticos y sistema nervioso con espasmos y contracciones que, en caso de no tratarse, pueden tener consecuencias fatales.
El tétanos no es una enfermedad muy común, no obstante, cabe subrayar la importancia de estar al día con esta vacunación –se pone una cada diez años como refuerzo– para evitar que esta toxina pueda actuar en nuestro organismo. Las principales vías de acceso son heridas abiertas y poco oxigenadas. En casos excepcionales puede darse por rozaduras y quemaduras, sobre todo, en personas mayores que lleven más de una década sin ponerse esta vacuna.
Una vez que accede al organismo a través de estas heridas, la toxina sigue siempre el mismo camino y sintomatología. En primer lugar, tiene un periodo de incubación de una a dos semanas mientras recorre el sistema nervioso. Una vez desarrollado, su primera manifestación es en la mandíbula con una rigidez y espasmos localizados en toda la cara, conocidos como ‘risa sardónica’.
Después, baja por el cuello con contracciones, hasta llegar al tronco y espalda con convulsiones que hacen que la persona que las sufre tome una postura encorvada. Finalmente, se puede extender a extremidades y, en casos de máxima gravedad, provocar otras reacciones como:
- fracturas vertebrales,
- hiperventilación,
- asfixia,
- cuadros vegetativos e irreversibles.
No obstante, son casos contados y más proclives a suceder en países subdesarrollados donde las condiciones higiénicas y sanitarias no están igual de desarrolladas que en nuestro entorno.
Tratamiento del tétanos
El diagnóstico se realiza gracias a la exploración clínica del paciente y es fácil distinguirlo de otras enfermedades con sintomatología similar como la epilepsia, el flemón amigdalar y la tetania, una patología endocrinológica caracterizada por calambres. Eso sí, es importante que se realice lo antes posible para poder aplicar el tratamiento con la mayor brevedad y evitar complicaciones graves.
En este sentido, apuntar que el tratamiento consiste en primer lugar en limpiar la herida –en casos extremos incluso por la vía quirúrgica– asimismo hay que contar con antibióticos que, aunque no actúan contra esta toxina, son necesarios para evitar infecciones.
En general, contra la toxina se utiliza la llamada vacunación pasiva –denominada gamma globulina humana– a través de suero intramuscular y que sirven para dotar de defensas al organismo de forma inmediata. Por último, son necesarios los ansiolíticos para relajar al paciente y la musculatura.
Con un buen tratamiento se puede acabar con ella en una semana. Recalcar que es importante aplicar este tratamiento siempre bajo estricto control médico y en centros que cuenten con unidades de UCI.
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No olvidar el calendario de vacunaciones
A pesar de la poca incidencia que tiene esta enfermedad, es fundamental seguir el calendario de vacunaciones también en la edad adulta para evitar sustos innecesarios. Así, es importante señalar que sólo el 7,6% de las personas se da cada diez años la vacuna de refuerzo.
También hay que tomar estas precauciones cuando se tiene previsto viajar a otros países que no cuenten con las mismas condiciones de higiene y sistema sanitario, ya que entonces el riesgo de contraer esta enfermedad es mayor.
A su vez, señalar que las personas que la hayan padecido deberán iniciar la vacunación, como en el caso de los niños, ya que no les inmuniza como otras patologías tales como el sarampión o varicela. Es decir, deberán ponerse un refuerzo al de dos meses, otro al año y después cada diez años.
Especialista en medicina general en IMQ