La sociedad continúa buscando el elixir de la eterna juventud en forma de fármacos, dietas, cremas, procedimientos quirúrgicos y múltiples modas que van desde lo rigurosamente científico hasta lo meramente comercial. Conseguir un envejecimiento en plenas facultades físicas y mentales solo es posible si se mantienen unos hábitos sanos. Y es que la contundente realidad nos dice que la única forma de no envejecer es la muerte. Por tanto, se debería cambiar el concepto negativo del envejecimiento como un mal que hay que frenar hacia un enfoque más natural y proactivo.
Los cambios que suceden en las distintas etapas de la vida son complejos, pero no lineales ni uniformes. Además, hay que recordar que envejecer no es sinónimo de enfermar. El término envejecimiento saludable se refiere al proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite llegar a la recta final de la vida en las mejores condiciones físicas y mentales.
Adoptar unos hábitos sanos constituye la mejor forma de prevención a cualquier edad, sobre todo los relacionados con la actividad física, la alimentación equilibrada y la supresión de hábitos tóxicos como el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol. Otras medidas importantes son el control de factores cardio-vasculares como la hipertensión arterial, la obesidad y la diabetes.
Actividad física
Los beneficios de realizar ejercicio físico son enormes, ya que favorece la movilidad y preserva la capacidad funcional de la persona, mejora su actitud, su autoestima y la forma de afrontar cada día. Además, disminuye el riesgo cardiovascular, la pérdida de masa muscular y la fragilidad.
No menos importante es la nutrición. Una ingesta deficiente se asocia con deterioro de la función cognitiva, de la capacidad para cuidar de uno mismo y desemboca en un mayor riesgo de dependencia. Por tanto, una alimentación equilibrada y ajustada a los requerimientos de cada persona, con una correcta hidratación, es la base para mantener las capacidades físicas y evitar la aparición de enfermedades.
La socialización es otro de los pilares del buen envejecimiento. Las relaciones personales son la mejor forma de mantenerse mentalmente activos, animados, motivados para descubrir cosas nuevas y, sobre todo, para intentar ser felices cada día.
Por último, la autonomía, ser independientes y capaces de tomar decisiones, es el motor para preservar el potencial de crecimiento personal y lograr conducir la vida del modo que se considere mejor acorde a nuestros deseos y preferencias.
Además de estas recomendaciones generales, es importante realizar una evaluación multidisciplinar individualizada de cada persona para detectar de forma oportuna los problemas que puedan llevarle a tener una pérdida de su capacidad funcional y prevenir en mayor medida la dependencia. Desde la perspectiva de la geriatría, este abordaje integral es la herramienta fundamental para lograr conservar la calidad de vida el mayor tiempo posible.
Dr. Carlos Colmenares
Especialista en Geriatría y Gerontología de Igurco Servicios sociosanitarios de Bilbao. IMQ