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Rosácea: síntomas y tratamientos

Rosácea: síntomas y tratamientos
Dr. Ricardo González Pérez
Especialista en Dermatología del Centro Médico IMQ Amárica de Vitoria

Hay que tener en cuenta la rosácea es responsable de que un paciente pueda presentar ‘piel sensible’, es decir, una epidermis que reacciona de forma exagerada frente a diversos estímulos. Su prevalencia es muy elevada: el 35,4% de las mujeres y el 27,9% de los hombres declaran tener la piel sensible o muy sensible.

¿Cuáles son los síntomas de la rosácea?

En los casos leves de rosácea suele evidenciarse una tendencia al enrojecimiento facial –rubefacción–, inicialmente transitorio y posteriormente permanente, con aparición de pequeñas venas dilatadas en las mejillas (telangiectasias o cuperosis).

En casos más severos, surgirán lesiones que simulan el acné, con granos rojos o incluso con pus. En algunas personas puede observarse incluso un engrosamiento cutáneo de determinadas áreas de la cara, especialmente la nariz, denominándose a esta alteración rinofima.

¿Por qué se produce la rosácea?

La causa concreta de la aparición de la rosácea no está completamente aclarada. Probablemente no haya un solo factor y existan distintos mecanismos implicados (alteración de la reactividad vascular, respuesta inmunológica frente a microorganismos, predisposición genética, alteración de la barrera
epidérmica, etc.
).

Se conocen más aquellos factores que pueden agravar o precipitar la rosácea como, por ejemplo:

  • Cambios bruscos de temperatura
  • Exposición solar
  • Alcohol
  • Estrés
  • Menopausia
  • Uso de cremas inapropiadas

Tratamientos para la rosácea

El diagnóstico precoz de la rosácea es importante tanto para paliar lo antes posible las molestias del paciente como para evitar su progresión. Esta enfermedad básicamente compromete el área facial, por lo que supone un impacto psicológico, social y laboral considerable para el paciente que la sufre. Además, también se puede acompañar de afectación ocular, variando ésta desde una conjuntivitis leve, la más frecuente, hasta un daño corneal de mayor gravedad.

A día de hoy no existe un tratamiento que cure definitivamente la rosácea. Por tanto, el objetivo es mantenerla lo mejor controlada posible. Un primer paso sería la eliminación de los factores que la agravan y la recomendación del uso de productos cosméticos apropiados, incluyendo el empleo regular de fotoprotectores.

En rosáceas leves se iniciará el tratamiento con medicamentos tópicos (aplicados sobre a la piel) como metronidazol, ácido azelaico o sulfacetamida sódica. En las más severas será necesario añadir antibióticos orales, tetraciclinas o retinoides (isotretinoína), durante varias semanas o meses.

Recientemente se han empezado a usar ciertas sustancias tópicamente como la brimonidina o la oximetazolina para reducir el enrojecimiento asociado a la rosácea. En algunos casos puede ser necesaria la cirugía para corregir el rinofima o deformación de la nariz.

Los avances más novedosos surgidos durante los últimos años hacen referencia al tratamiento de la rosácea vascular, ya que se ha comprobado su buena respuesta a ciertos tipos de láser y sistemas de luz pulsada.

Diferencias entre rosácea y otras enfermedades cutáneas

El diagnóstico de la rosácea generalmente se puede establecer por las manifestaciones que presenta, pero en casos determinados se precisará la realización de pruebas complementarias. Cuando existe un enrojecimiento facial, habrá que diferenciarla de distintas entidades que afectan exclusivamente a la piel (dermatitis seborreica, eczemas…), pero también de otras en las que pueden asociarse alteraciones de otros órganos, como el lupus, la policitemia vera –enfermedad de la médula ósea– o el síndrome carcinoide –conjunto de síntomas de este tumor del sistema endocrino–.

Además, la rosácea con presencia de granos será necesario distinguirla del acné mediante la visualización de espinillas o comedones presentes en esta última patología.

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La rosácea es una enfermedad crónica de la piel que afecta generalmente a las áreas centrales de la cara (frente, nariz, mejillas) y aparece, sobre todo, a partir de los 30 años. En nuestro entorno, esta patología afecta a un 10% de la población, representando aproximadamente el 3-5% de las consultas dermatológicas, aunque probablemente esté infradiagnosticada.

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