Con la llegada de la primavera se dispara el número de alergias, resfriados, problemas de la piel, reacciones a ciertos alimentos o picaduras de insectos. Sin duda, la rinoconjuntivitis y el asma de origen alérgico por sensibilización a los pólenes son dos de las más comunes. No hay duda de que la primavera, el sistema inmunitario altera.
Diversos estudios epidemiológicos realizados en Europa han ido demostrando un progresivo y sorprendente incremento de las alergias: de un 0,8% en 1926 a un 11,2% en 1994 y hasta un 20% en la actualidad, llegando incluso a alcanzar un 30% si se limita a la población escolar de 13 y 14 años de grandes ciudades. Es decir, ha pasado de considerarse una enfermedad rara a ser el trastorno inmunológico más frecuente en el ser humano. Los factores que se barajan como causa de este llamativo incremento son, principalmente, la falta de exposición a gérmenes durante la temprana infancia (hipótesis de la higiene) y el cambio cualitativo de la polución atmosférica en los países desarrollados.
En cuanto al resto de patologías del sistema inmunitario que se pueden relacionar con la primavera, las picaduras de insectos –mosquitos, avispas y abejas– dependen mucho de la climatología del invierno precedente. Uno duro y frío condicionaría un menor riesgo que uno benigno. A su vez, la alergia a alimentos está creciendo, duplicándose el número de diagnósticos en poco más de una década.
Síntomas de las alergias en primavera
Los síntomas varían en función de cada afección. La polinosis puede producir conjuntivitis y rinitis que se repiten de forma periódica y, en ocasiones, tos o asma coincidiendo con días soleados y viento en estancias al aire libre. Se aconseja protegerse de la radiación solar con fotoprotección y gafas de sol para que el polen no entre en contacto con los ojos.
Respecto a los alimentos o las picaduras de insectos, en ocasiones las reacciones graves comienzan con un intenso picor en las palmas de las manos y las plantas de los pies, aunque hay que prestar especial atención a los cambios de voz (afonía brusca), ahogo y pérdida de conciencia.
Riesgo de asma
Es importante que cada paciente conozca su enfermedad, a qué polen es alérgico, el calendario polínico de su zona y cuáles son los niveles de los que le afectan. Las consecuencias de no tratarla son, fundamentalmente, que la afección siga su curso y ocasione cada año síntomas más graves con afectación del rendimiento escolar y laboral y riesgo de desarrollar asma.
En el caso de los alimentos y los insectos, un diagnóstico correcto es crucial. Además, se debe iniciar lo antes posible un tratamiento con vacunas específicas contra los venenos de abejas y avispas porque, de lo contrario, se pone en riesgo la propia vida ya que un shock anafiláctico puede ser mortal.
Maite Audicana Berasategui
Especialista en Alergología de Centro Médico IMQ Amárica