El asma es una enfermedad en aumento en estas últimas décadas. El incremento de su presencia se puede deber a una mayor exposición a ambientes tóxicos, aumento de las alergias respiratorias y desregulaciones del sistema inmuno-alérgico de los individuos. No obstante, también hay que destacar el mayor número de pacientes diagnosticados gracias a los avances en este campo de la medicina durante los últimos años.
Por lo general, se trata de una enfermedad que suele unir factores genéticos y ambientales. Esta patología crónica tiene como base la inflamación de los bronquios principalmente ante diferentes estímulos exteriores como la alergia a los ácaros, pólenes, hongos o gatos. Otras causas son las infecciones virales, sensibilidad a productos químicos, etc. Aunque puede aparecer en cualquier edad, la mitad de los casos se detectan antes de los 15 años, porcentaje que sube hasta el 75% antes de los 40.
El asmático puede no padecer ningún síntoma, incluso sin tratamiento, durante mucho tiempo pero siempre tendrá más posibilidades de desarrollar la sintomatología de esta enfermedad que el resto de la población. Los síntomas que deben dar la voz de alarma son:
- disnea (fatiga o dificultad para respirar),
- sibilancias (silbidos en el pecho),
- tos
- opresión torácica.
Diagnóstico del asma
El diagnóstico se basa en la historia clínica que relata el paciente, la auscultación pulmonar y la espirometría, una prueba que mide la magnitud de la capacidad pulmonar y que indica si hay una obstrucción de la vía aérea. Cuando hay obstrucción, el diagnóstico definitivo se obtiene con la reversibilidad con broncodilatadores (la reversibilidad distingue el asma de la bronquitis crónica).
Si no hay obstrucción manifiesta, se puede recurrir a un estudio del Pick-Flow –un aparato portátil que mide la tasa de flujo máximo espiratorio– durante cierto tiempo, o al test de la metacolina (sustancia que provoca la hiperreactividad bronquial característica en pacientes con asma; especialmente se usa en individuos adultos más que en niños). Asimismo, uno de los sistemas más novedosos como medidor de la inflamación es la fracción del óxido nítrico exhalado (un gas que se produce en las vías respiratorias y cuyos niveles altos indican inflamación y, por tanto, asma).
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Medicamentos contra el asma
Respecto al tratamiento, hoy en día se utiliza la asociación de un broncodilatador de acción prolongada (12 horas) y un antiinflamatorio (corticoide inhalado) que se encuentran en un mismo dispositivo. A su vez, en ocasiones estos pacientes precisan anticolinérgicos o antileucotrienos, sustancias que alivian los síntomas. Por último, en casos graves puede existir la necesidad de administrar corticoides orales.
La mortalidad por asma ha disminuido significativamente y los nuevos tratamientos, protocolos y guías han conseguido que si se siguen correctamente se controle la enfermedad en la mayoría de los casos. Además, se ha evitado en la mayor parte de las ocasiones recurrir a los corticoides orales, que si se toman de forma continua tienen efectos secundarios importantes.
Recomendaciones contra el asma
Ante todo, la mejor recomendación que se puede dar es no fumar, ya que este hábito agrava de forma importante el asma. Asimismo, el especialista debe mantener un control periódico del paciente, ya que es el único capaz de apreciar si existe un grado de inflamación pequeño de los bronquios.
El tratamiento del asma hoy en día se basa en ‘apagar’ la inflamación hasta el final, de forma que luego sea más difícil que vuelva a brotar. Si sólo tratamos las crisis que aprecia el paciente estaremos todo el tiempo con crisis repetitivas, sin controlar el asma ni conseguir una buena calidad de vida.
Por tanto, debe ser un tratamiento prolongado que el paciente deberá mantener aunque se encuentre mejor, y esforzarse en tomar bien los inhaladores. Sólo se puede suprimir el tratamiento cuando el especialista considere que a pesar de haber ido reduciendo las dosis el asma está controlado.
Especialista en Neumología en IMQ