El cáncer de mama es el más frecuente en la mujer, pero su supervivencia ha mejorado "notablemente" en las últimas dos décadas siendo superior al 80%, en los países con las mejores cifras. Para ello, es fundamental la prevención que ayuda a una detección precoz y un tratamiento más eficaz.
El factor de riesgo más importante es haberlo padecido previamente o los antecedentes familiares de la enfermedad en parientes de primer grado (madre, hermana, hija). En estos casos el riesgo es de 2 a 4 veces mayor que la población en general. Eso sí, es de destacar que el 75% de las mujeres que son diagnosticadas no tienen ningún factor conocido de riesgo ni síntomas específicos.
Ante la sospecha de patología se requiere valoración por un especialista, ya que la necesidad de realizar pruebas complementarias es diferente, en función del síntoma y edad de la paciente. En muchas ocasiones basta con tranquilizar a la paciente y en otras se requiere estudio radiológico mamario como mamografía y/o ecografía para descartar la enfermedad. En casos de sospecha se debe de confirmar mediante una biopsia mamaria, que, a día de hoy, se realiza de forma ambulatoria –sin ingreso– y sencilla con anestesia local y mediante técnicas guiadas con ecografía o mamografía.
Ganglio centinela
Sin duda, el pronóstico del cáncer de mama está ligado al diagnóstico precoz. Fundamentalmente en su etapa preclínica, únicamente detectable mediante técnicas de imagen, en la que se diagnostican tumores de tamaño pequeño, con menor riesgo de afectación de ganglios axilares. Esto confiere un mejor pronóstico a largo plazo y hace posible ofrecer a la paciente tratamientos menos agresivos con una baja frecuencia de cirugías mutilantes (mastectomías) y con alta tasa de conservación de ganglios axilares (técnica de ganglio centinela). De hecho, la tasa de sobrevida a 5 años tras un diagnóstico y tratamiento precoz es del 95%.
Tratamiento
En cuanto al tratamiento del cáncer de mama es multidisciplinar, interviene tanto la cirugía como la radioterapia, quimioterapia y tratamiento hormonal. El objetivo inicial es resecar el tumor y los ganglios axilares con la mínima agresividad quirúrgica. Con el diagnóstico precoz se está consiguiendo conservar la mama en más del 90% de los casos de cáncer de mama precoz. Destaca el estudio del ganglio centinela (resecar únicamente el primer ganglio al que afectaría el tumor en caso de diseminación tumoral a la axila), que ha hecho posible minimizar las secuelas del tratamiento quirúrgico a largo plazo, tales como el linfedema (hinchazón del brazo), alteraciones en la movilidad o dolores.
Por su parte, el objetivo de la radioterapia es disminuir la recidiva local, esto es que el tumor reaparezca en la mama intervenida en casos en los que ha sido posible conservarla o en la pared torácica en los que no ha sido posible. A su vez, la quimioterapia y el tratamiento hormonal disminuyen a largo plazo tanto el riesgo de reaparición del tumor en otras partes del cuerpo (metástasis) como el riesgo de cáncer contralateral (en la otra mama). Todos estos tratamientos están sujetos a indicación médica y se proporcionan a aquellas pacientes en los que los beneficios son superiores a los riesgos.
Eso sí, no podemos olvidar que es una enfermedad crónica. El riesgo de recaída es mayor en los primeros 5 años tras el diagnóstico y posteriormente disminuye. El tamaño grande del tumor y la afectación de ganglios axilares son factores que también indican un mayor riesgo de que reaparezca. Las pacientes que han sufrido un cáncer de mama tienen más riesgo a largo plazo de padecer un cáncer en la otra mama. Por ello recomendamos seguimiento de por vida a las pacientes.
No obstante, su alta incidencia, hace que las mujeres están cada vez más concienciadas de la importancia del diagnóstico precoz de la enfermedad y la necesidad de realizar visitas preventivas.
La mamografía es la prueba indicada en el diagnóstico precoz del cáncer de mama. La ecografía por su parte, no es una prueba de chequeo, sino un complemento a la mamografía en el estudio de mamas jóvenes densas y en la valoración de nódulos mamarios ya detectados en la mamografía.
En contra de algunas creencias populares ni la mamografía, ni la ingesta de anticonceptivos están relacionadas con su aparición. Sí lo están, en cambio, el sedentarismo, el consumo excesivo de grasas y alcohol, así como el tabaco y el sobrepeso.