No hay duda, el ejercicio físico en las personas mayores es una herramienta importante para un envejecimiento activo y saludable. De hecho, la práctica de alguna actividad de mantenimiento está orientada tanto a la prevención como al tratamiento de diferentes enfermedades. No hay que olvidar que gran parte de estas patologías llevan a la pérdida de funcionalidad o discapacidad en los mayores. Por todo ello, los especialistas reconocen que la sociedad actual concede cada vez más importancia a la prevención de salud y a los beneficios de la práctica regular de ejercicio. A día de hoy, cada vez se organizan más actividades físicas recreativas dirigidas a la población mayor, ya sea en residencias, centros de día o en diferentes instituciones.
En cuanto a las bondades de la práctica de ejercicio físico, pueden desglosarse en términos generales en la mejora de la capacidad aeróbica (sin distinción de edad) y para la prevención y tratamiento de diferentes patologías como diabetes, osteoporosis, obesidad o hipertensión, entre otras. Sin olvidar el capítulo funcional que implica, ya que biomecánicamente mejora el equilibrio. Esto, a su vez, ayuda a reducir el riesgo de caídas (muy frecuente en gente mayor).
No obstante, los beneficios de ejercitarse van más allá de los meramente físicos. La práctica de alguna actividad previene la aparición de trastornos de memoria y es muy beneficiosa en el área psicológica, sobre todo, si se realiza en grupo fomentando la participación, convivencia y las relaciones sociales. Esto es algo muy interesante cuando se trabaja con mayores. Además, puede servir para liberar estrés y centrar la atención momentáneamente en actividades de ocio y bienestar, dejando a un lado los problemas o las situaciones personales difíciles por las que pueda atravesar esta persona en determinados momentos.
Consultar al especialista
Respecto a los ejercicios más recomendables, existe un gran abanico entre los que poder elegir. Desde un simple paseo hasta actividades regladas en grupo, siempre teniendo en cuenta la situación o capacidad funcional de cada persona. Eso sí, la práctica de ejercicio físico debe de ser regular y constante, aunque la frecuencia será determinada, en cualquier caso, dependiendo de la condición física y patologías o enfermedades previas que padezca cada persona. Siempre será mejor que sea su especialista (médico o fisioterapeuta) quien la determine porque conocerá su situación funcional, psicológica y médica.
Por último, cabe destacar que la falta de actividad o el sedentarismo pueden dar lugar a muchas deficiencias y enfermedades como atrofia muscular, osteoporosis, obesidad, entre otras. En la gente mayor puede llevar en poco tiempo a una inmovilidad y pérdida de autonomía.
Iera García
Fisioterapeuta de IMQ Igurco Orue